Freud… ¿historiador?

Por Ittamar Hernández Sánchez

 

Cuando hablamos de Sigmund Freud, es común que el mote de historiador quede muy al margen. Hablamos, en todo caso, de un teórico, del padre del psicoanálisis, de un gran clínico, un científico, o hasta un poeta (piénsese, por ejemplo, en el premio Goethe que obtuvo en 1930). Sin embargo, la disciplina histórica es, probablemente, una de las que más se vieron enriquecidas por los descubrimientos del psicoanálisis. Me propongo en estas pocas líneas exponer tres maneras en que el padre del psicoanálisis hizo contribuciones, indirectas y directas (de índole teórica y práctica) a la Historia y a la historiografía.

          En primer lugar, se encuentra el descubrimiento del inconsciente. Este concepto y su comprensión, desde el marco freudiano, es uno de los más grandes aportes, no sólo a la Historia, sino a las ciencias humanas en general. Hoy en día, no es raro observar historiadores, antropólogos y sociólogos hablando de lo que ocurre u ocurrió en determinado grupo social que se encontraba movido por fuerzas inconscientes. Esto ha sido de especial interés en los más recientes desarrollos de lo que se conoce como historia cultural, una de las ramas más recientes de la historiografía, que estudia, entre otras cosas, detalles que los historiadores más ortodoxos, absortos en los “grandes acontecimientos militares y políticos”, habrían dejado fuera: la historia de la moda, de la vivienda, de las mentalidades, de la vida cotidiana y la vida privada. Han formado un modo de comprender el pasado a partir de indicios y relaciones que, en lo más particular, nos hablan del espíritu de una época o de un pueblo.

          Esta historia cultural o, en términos más precisos, “nueva Historia Cultural” (Burke, 2006) tiene la ventaja de acercar al público lector a los acontecimientos. Entre otros desarrollos, me gustaría destacar el trabajo de la microhistoria italiana y mexicana (en sus variantes paralelas), que han logrado estudios muy interesantes, a propósito de las minucias de la vida de un campesino o de un pequeño pueblo, que transcurren a la par de grandes acontecimientos, como lo pudieron ser la Contrarreforma o la Revolución mexicana. En esta vertiente de la historiografía, incluso el método es parecido al psicoanalítico: recurre a la investigación inductiva, que presta atención al detalle y puede extrapolar algunas reflexiones que permiten obtener una perspectiva fresca e íntima sobre la Historia. (Ginzburg, 1999).

          Por supuesto, no todos los historiadores están de acuerdo con este tipo de metodología y prefieren continuar con la disciplina a la vieja usanza. Existe aún mucha desconfianza en el método, lo cual también tiene sentido. De aquí se desprende el segundo punto que quiero abordar, de índole práctica. Me refiero al psicoanálisis aplicado, que Freud utilizó para estudiar diversas materias de su interés. De manera particular, en Historia realizó algunas incursiones, por ejemplo, biográficas, como Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci (1910) y Una neurosis demoniaca del siglo XVII (1923). En estas obras explora la posible vida mental de artistas del pasado, a partir de fuentes directas. Otras tantas de sus obras son de interés general para las ciencias sociales, como Tótem y tabú (1913), Psicología de las masas y análisis del yo (1921), El porvenir de una ilusión (1927) y El malestar en la cultura (1930), donde hace conjeturas generales sobre el origen y dinámica de las fantasías humanas a lo largo del tiempo. Y, por último, hizo estudios propiamente históricos, como es el caso de El hombre Moisés y la religión monoteísta (1939) donde, apoyándose en los descubrimientos de los historiadores de la época, ofrece una nueva mirada a la historia del pueblo judío.

          Por supuesto, sería un error considerar que el máximo aporte de estas obras consiste en el descubrimiento de los padecimientos mentales de las personas del pasado, ya que (como sabe cualquiera que se dedique a la psicoterapia y al psicoanálisis) eso sólo se puede determinar en presencia del paciente y bajo un riguroso encuadre. Sin embargo, estos estudios constituyen un ejercicio de empatía y comprensión, donde el lector puede acercarse a Leonardo da Vinci o a Christoph Heinzmann desde un lugar más íntimo; brindan una dimensión más humana al estudio del pasado, donde lo importante no es tanto conocer la historia como en realidad fue, a la manera de los positivistas, sino extender la interpretación hacia un lugar cercano al lector: su propia vida mental.

          Para finalizar, el tercero y probablemente más importante aporte de Freud a la historiografía, son los historiales clínicos. Se trata de los informes hechos a partir del tratamiento de ciertos pacientes que consideró paradigmáticos en el desarrollo del psicoanálisis. El historial clínico constituye, además, una forma novedosa de aproximación al paciente, donde no sólo se observa el padecimiento tal y como se presenta en el momento del contacto con éste, sino que se explora tanto la historia del padecimiento como la historia general del sujeto. Es un modelo que habría iniciado Emil Kraepelin (Scull, 2013), que fue pulido por Freud y que es el que utilizan todos los psicoanalistas hoy en día. Parte de lo que podríamos llamar la cura en psicoanálisis consiste en un cambio en la interpretación que el paciente tiene de su propia historia, proceso del que da cuenta el psicoanalista mediante los historiales clínicos.

          Entonces, el historial clínico tiene una importancia historiográfica fundamental como documento si pensamos en el trabajo de los microhistoriadores. Son, también, importantes documentos para conocer las formas de trabajo de los psicoanalistas a lo largo del tiempo, por lo que sirven, más que los artículos teóricos, para conocer la historia de la psicoterapia y el psicoanálisis desde dentro de los consultorios. Es un documento vital para la profesión al que, en ocasiones, por ser parte de una tarea cotidiana, no le prestamos la atención necesaria, ni para la práctica clínica, ni para la posteridad.

          Como conclusión provisional, si bien no era su objetivo principal, Freud realizó su trabajo en estrecha conexión con la ciencia histórica. Como hemos visto, llegó incluso a escribir algunas obras de historia y a demostrar la utilidad del método psicoanalítico para el esclarecimiento de algunos procesos históricos. El psicoanálisis ha llegado a ser una forma de historiografía privada, pero también un método aplicable para ampliar nuestra comprensión e interpretaciones acerca del pasado. Ante la pregunta planteada en el título, sobre si podemos considerar a Freud un historiador, yo diría que sí: un historiador en ocasiones involuntario, como tantos otros.

 

 

Referencias:

 

Burke, P. (2006). ¿Qué es la historia cultural? Paidós.

 

Cotti, P. (2009). Freud and the Culture Historians: An Escape from the Clinical? Psychoanalysis and History, 11(1), pp. 41-53.

 

Ginzburg, C. (1999). Mitos, emblemas, indicios. Morfología e historia. Gedisa.

 

Meltzer, D. (2012). Desarrollo Kleinano I. El desarrollo clínico de Freud (método, datos, teoría). Paradiso editores. (Obra original publicada en 1978).

 

Scull, A. (2013). La locura: una breve introducción. Alianza Editorial.

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