El vampiro de la colonia Roma, imágenes de la otra Ciudad de México

Por Lorena García

La escena se torna más oscura y silenciosa excepto por las gotas de lluvia y los pasos que resuenan en la noche; en el callejón solitario, la víctima voltea y aparece ante él un hombre, hermosa criatura de imponente ferocidad, somete al pobre caminante, hunde los colmillos en la piel tensa del cuello, última resistencia de un cuerpo que se niega a morir; el público se horroriza, pero no puede apartar la vista.  Desde la literatura del siglo XIX y sus primeras apariciones en el cine en las primeras décadas del XX, se ha instalado en el imaginario colectivo la figura del vampiro, aquella criatura no-muerta ávida de la vitalidad de los humanos para poder continuar con su existencia transgresora de las leyes humanas y divinas.

Los años pasan, la historia continúa, crisis, tecnología, violencia, modas, guerras, mass media; el público ya no se asombra fácilmente, pero a fines de los setenta surge ante los ojos lectores un joven hermoso, Adonis le apodan, que en las calles de la ciudad de México acecha, busca y encuentra. No hunde sus colmillos, pero también extrae la vitalidad del otro y él entrega la suya, un intercambio, cabe decir, no exento de la violencia del vampiro clásico; “Y es el sudor que moja nuestros muslos que se abrazan y luchan y que, luego, se rinden”, en palabras del poeta Xavier Villaurrutia. El vampiro de la colonia Roma es una novela escrita por Luis Zapata publicada en 1979 donde se muestran los años de maduración de un joven homosexual cuya existencia amenaza las normas morales de la sociedad mexicana en una época donde se estaba lejos de otorgarle la legitimidad merecida.

El autor presenta una serie de cintas de grabación donde Adonis García cuenta desde su niñez hasta a sus entrados años veinte, todo en función de las “aventuras, desventuras y sueños”, como reza su subtítulo, que acompañan a un homosexual con un despertar erótico temprano. No hay mediaciones de un entrevistador, es el lector ante la voz que fluye libremente y cuenta los detalles de sus vivencias, se ríe, se distrae, hace pausas, bromas: “también pensaba que iba a ser supermán sí en serio pero eso cuando estaba más chico  ¿a poco tú nunca lo pensaste? y acabé siendo espermán je” (Zapata, 22). La narración quiere emular la oralidad, por lo que no hay signos de puntuación salvo los necesarios para señalar modulaciones de voz; por lo demás, es el discurso de Adonis sin intervenciones y la posibilidad de acercarse de manera fidedigna al pensamiento del personaje.

A lo largo de las páginas se leen las experiencias de un joven que se dedica “al talón”, es decir, a la prostitución dentro de un espacio bien delimitado y conocido por el habitante de la Ciudad de México: la colonia Roma y sus alrededores. Se mueve en los cines, los Sanborns distribuidos por la zona, los baños públicos, las glorietas, las vecindades y hoteles que puede pagar con el dinero ganado en el oficio; así, va configurando un espacio para este vampiro dentro del entorno familiar para el habitante urbano.

La narración plantea que el homosexual de la época se desplaza dentro de la ciudad, pero al margen de la vida común en ella,  en una especie de mundo paralelo, nocturno y escondido que trastoca el orden “natural” que la sociedad conservadora pretende tener. En ese sentido, polemiza el doble discurso del establishment mexicano al mostrar que tan homosexual es el “chichifo”, a quien se descalifica, como el político, el policía, el padre de familia, todos paradigmas de la masculinidad heterosexual de la época; de esa manera, evidencia que quienes se horrorizan ante la existencia de Adonis, son los mismos que no pueden apartar su vista de él: “o sea lo que yo no entendía no sabía era que el que se cogía al puto también era homosexual ¿mentiendes?” (Zapata, 46).

El vampiro de la colonia Roma no es una historia llena del melodrama que usualmente acompaña las vidas desafortunadas; el autor prescinde de ello para presentar la visión de mundo de un hombre que se escapa por completo de la norma imperante, pues su orientación sexual, participación en una economía informal y desarraigo de las instituciones sociales, le dan una identidad quebrantadora de la hegemonía masculina patriarcal. Para lograr lo anterior, Luis Zapata no se inclina por la solemnidad, sino que a través del humor, la ironía y el discurso explícito y aparentemente descuidado, como si se tratara de una plática informal entre amigos, permite conocer a Adonis y su mundo: “me di cuenta o a lo mejor eso fue después de que la vida vale únicamente por los placeres que te puede dar que todo lo demás son pendejadas y que si uno no es feliz es por pendejo” (Zapata, 45).

A décadas de su publicación, esta obra tiene un lugar importante dentro de las letras mexicanas y la literatura que empezó a abordar el tema de la homosexualidad; sin embargo, sus páginas no se han vuelto arcaicas y amarillas hablando de problemáticas dejadas atrás en algún remoto pasado, por el contrario, continúa permitiendo conocer y legitimar al otro, a la vez que revela otra cara de la Ciudad de México, tan presente y tan viva en los setenta como ahora.

Fuente:

Zapata, L. (2004). El vampiro de la colonia Roma, México, Debolsillo.

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