¿El psicoanalista también opone resistencia?

Por Raquel Vega

 

Un concepto muy conocido e importante en la terapia psicoanalítica, incluso retomado en otros tipos de terapia, es el de resistencia. Laplanche y Pontalis (1967/2004) la definen como “todo aquello que, en los actos o palabras del analizando, se opone al acceso de éste a su inconsciente” (p. 384). Este fenómeno fue pensado por Sigmund Freud ya desde los inicios de sus teorías, cuando aún practicaba la hipnosis y la sugestión. De hecho, en buena medida, es la razón por la que renunció a esas técnicas, pues notaba que sus pacientes “se oponían” a sus métodos y que dicha actitud, si bien tenía que ser entendida, también parecía una dificultad “legítima”.

 

La resistencia se considera un obstáculo para poder comprender los significados inconscientes de los síntomas, un impedimento para la tarea analítica y una oposición incluso al mismo analista. Los pacientes se resisten a la tarea analítica, de manera inconsciente, para salvaguardarse del dolor emocional que implican sus conflictivas. Es un fenómeno que puede causar extrañeza, desconcierto e incluso desesperación en el terapeuta –sobre todo en los inicios de la formación–, ya que se manifiesta como una actitud contradictoria en el paciente. Por una lado, consulta y pide ayuda para resolver sus problemas y, por el otro, hay una serie de situaciones que dan cuenta de lo contrario, por ejemplo, permanecer en silencio, llegar tarde, cancelar sesiones, etcétera.

 

Tanto Freud como otros autores hicieron estudios extensivos sobre las resistencias, haciendo clasificaciones o categorías desde donde se piensa este fenómeno, junto con otros, como defensas, regresión, categorías diagnósticas, etcétera. Sin embargo, el común denominador es estudiar las resistencias a partir de un origen muy específico: el paciente. Es decir, las resistencias en el análisis le suceden a él. Es este quien tiene dificultad para dejarse ayudar y profundizar en sus conflictivas, y quien, inconscientemente, va “en contra” del trabajo analítico. Así pues, es el paciente el que llega tarde, el que no cuenta sueños y el que rechaza las interpretaciones de su analista. Sin embargo, tomando en cuenta que el trabajo analítico implica dos mentes trabajando con fenómenos del inconsciente, ¿acaso el analista no es también susceptible de oponer resistencia al trabajo analítico?

 

La tarea analítica implica momentos de tensión, turbulencia, desconocimiento e incertidumbre. Cuando recibimos a un paciente, los analistas no sabemos con quién o con qué entraremos en contacto, pero sabemos que, si todo marcha más o menos bien, tocaremos sus aspectos y emociones más profundas, privadas y dolorosas. Esto puede ser muy enriquecedor e interesante, pero también requiere de un gran compromiso y responsabilidad (Tabbia, 2021).

 

Lo ideal es que uno esté armado con una mente dispuesta a acercarse a todas estas situaciones y a tolerar el desconocimiento, la frustración y el dolor para poder, posteriormente, darle al paciente pedacitos de entendimiento con la esperanza de que algo germine. Lo cierto es que el terapeuta —como todos— tiene conflictivas inconscientes, que pueden intervenir en el tratamiento y, por lo tanto, también puede resistirse (sin darse cuenta) a profundizar en la mente de sus pacientes y contactar emocionalmente con lo que les sucede.

 

De esta forma, el avance en el trabajo analítico encuentra también obstáculos en la mente del terapeuta. Sus núcleos conflictivos pueden querer darse a la tarea de trabajar en contra del contacto emocional, privilegiando así objetivos en los que la meta sea resolver o quitar síntomas y conductas, o bien, que las dificultades personales conviertan la relación terapéutica en una de consciente a consciente. Se corre el riesgo, entonces, de que dicha relación, en vez de ser de crecimiento emocional y comprensión del inconsciente, se deteriore e incluso derive en un “pseudoanálisis”.

 

Por lo anterior, es vital que los terapeutas tengamos un espacio analítico personal donde podamos trabajar todas estas resistencias. En la medida en que estemos dispuestos y logremos llegar a los contenidos más primitivos, conflictivos y profundos de nuestra mente, mayor posibilidad tendremos de lograr dicho contacto con la mente de nuestros pacientes y ayudarlos a progresar y desarrollarse emocionalmente.

 

Referencias

 

Tabbia, C. (2021). La disponibilidad mental del analista. En Clínica del significado. El vértice Bion/Meltzer (pp. 391-399). APA Editorial.

 

Laplanche, J. y Pontalis, J. (2004). Diccionario de Psicoanálisis. Paidós. (Obra original publicada en 1967).

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