Depresión: enmascaramiento y somatización

Jornadas Clínicas del Centro Eleia 2015

Por Alba Pérez-Ruiz

En nuestra experiencia cotidiana, todos hemos tenido algunos días difíciles o agradables, otros que nos parecen aburridos e incluso carentes de sentido. Es común que relacionemos esos días menos favorecedores con estados depresivos. Con frecuencia nos referimos a este tema porque todo individuo que sufre de algún problema emocional u orgánico puede presentar una depresión. ¿Quién no ha tenido en algún momento de su vida un episodio depresivo?

Podemos identificar los factores que dan origen a dicho estado con situaciones de carácter diverso: una pérdida, una separación, fracasos sentimentales, económicos o profesionales. Estos elementos no son la causa misma de la depresión, sino que interactúan con los mecanismos del mundo interno del individuo. Por esta razón, la realidad psíquica será el principio determinante en la eclosión de cualquier tipo de ansiedad depresiva.

Sin embargo, cuando hablamos de depresión, debemos tener en cuenta que el término posee múltiples sentidos e implícitamente hace referencia a los distintos grados y a la amplia variedad de manifestaciones que tiene esta condición. Los estados depresivos pueden estar presentes en diversas estructuras psicopatológicas y a diferentes niveles, ya sea como una característica predominante o en forma secundaria a la patología principal. El pluralismo que muestra el espectro depresivo ha llevado a una variedad de denominaciones y clasificaciones de lo que se entiende por depresión. De ahí que, de acuerdo con la perspectiva psicoanalítica, por un lado, se habla de melancolía como la describió Freud y su vinculación con conceptualizaciones más recientes como son la depresión neurótica, la depresión blanca, la depresión narcisista, la depresión esencial, la depresión primaria, por mencionar algunas y por otro lado se habla de una “cualidad depresiva”, que constituye un funcionamiento mental que la involucra.

Una persona que se encuentra dentro de un estado depresivo nos hace preguntarnos sobre su forma de funcionamiento psíquico, el origen de su estado, los factores que intervienen, si la situación está relacionada con alguna pérdida, una separación, una frustración o un fracaso y si tales causas tienen que ver, por su parte, con una baja autoestima o una herida narcisista. Además, cuando se suscita una enfermedad física paralela a la depresión, podría surgir la pregunta de si fue la depresión la que llevó a la persona a ser vulnerable a la enfermedad o fue la enfermedad la que la deprimió.

Puede ocurrir que los síntomas de la depresión se confundan con los de otro padecimiento físico o con una situación de conflicto emocional de naturaleza distinta. Por ejemplo, las adicciones, los conflictos familiares, el escaso rendimiento laboral o académico pueden tener como causa de fondo una depresión latente; si esta condición avanza en forma enmascarada, un síntoma tiende a cubrir a otro. Así entonces, un niño hiperactivo que presenta síntomas como dificultad para concentrarse, problemas para retener información y su atención, agitación motriz, etc., podría padecer de una depresión grave, aunque tales indicadores apunten a un trastorno por déficit de atención con hiperactividad.

De acuerdo con lo anterior, la depresión puede estar enmascarada detrás de alteraciones somáticas, por ello es importante tomar en cuenta los siguientes aspectos para su abordaje clínico: la depresión puede ser la causa que desencadena los síntomas somáticos; ser la consecuencia de alguna enfermedad orgánica o alteración física, o bien constituir una variable que condiciona el avance y/o recuperación de un padecimiento físico.

En el primer caso, observamos que el estado depresivo se manifiesta a través de diversos cambios en las cualidades somáticas del sujeto como: dolores de cabeza, malestares en distintas partes del cuerpo, fatiga crónica, insomnio, alteraciones en el apetito y en las funciones gastrointestinales, entre otros. Por otra parte, cuando decimos que la depresión es consecuencia de alguna enfermedad orgánica, nos referimos a los efectos emocionales secundarios que pueden originarse por algún padecimiento en particular. Por ejemplo, tras un diagnóstico de cáncer o de una enfermedad degenerativa, es común que los pacientes experimenten estados depresivos. La depresión por alteraciones físicas se refiere a individuos que han sufrido algún daño físico prolongado o permanente. El tercer punto hace alusión a los efectos que tiene la depresión en la evolución o tratamiento de una enfermedad. Para poner un ejemplo, en el caso de la enfermedad coronaria, es mucho más probable que ocurra una afección del corazón, como puede ser un infarto, cuando la enfermedad está asociada a un estado depresivo.

En el marco de las Jornadas Clínicas del Centro Eleia 2015 abordaremos estos y otros temas que permitirán adentrarnos en la problemática actual de los estados depresivos, partiendo de los distintos puntos de vista que los especialistas participantes presentarán, junto con sus aportaciones para la actualización teórica y su experiencia clínica en el trabajo con Conflictos, pérdidas y angustias depresivas en los vínculos intersubjetivos.

 

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