«Conducta social y cuestiones sociales»: Hostilidades raciales

HOSTILIDADES RACIALES

El racismo es una actitud que combina prejuicio y discriminación hacia personas con una herencia común. Aunque en Estados Unidos el racismo blanco hacia los negros ha disminuido en su forma más violenta, persisten formas más estructurales. Muchos blancos manifiestan ambivalencia hacia los negros: reconocen injusticias, pero rechazan medidas para corregirlas, como las acciones afirmativas. La discriminación se expresa también en conductas no verbales y decisiones inconscientes. El racismo institucional también es grave y se manifiesta en leyes, costumbres y prácticas que perpetúan desigualdades en áreas como salud, educación, empleo y vivienda. A pesar de los avances, las estadísticas actuales muestran que estas desigualdades no solo persisten, sino que están empeorando.

El contacto entre personas negras y blancas no basta por sí solo para eliminar el racismo; a menudo, tras la desegregación, ocurre una resegregación tanto en escuelas como en vecindarios. Esto afecta el autoestima y rendimiento académico de los negros. Algunas investigaciones muestran que para reducir el prejuicio racial se requieren condiciones específicas: (1) normas sociales claras que promuevan la integración, (2) igualdad en las posiciones de poder e influencia entre grupos, (3) cooperación hacia metas comunes que sólo puedan lograrse en conjunto, y (4) encuentros significativos que permitan conocer al otro como individuo y no sólo por su raza. Sin estas condiciones, que no suelen darse naturalmente, el cambio profundo y duradero en las actitudes raciales sigue siendo un desafío difícil de alcanzar.

SOCIEDAD Y DIFERENCIAS SEXUALES

Desde edades muy tempranas, las personas aprenden las normas sociales que definen los papeles sexuales, los cuales asignan características distintas a hombres y mujeres según la cultura. Generalmente, se espera que las mujeres sean amables y sensibles, orientadas al cuidado emocional y físico de la familia (papel expresivo), mientras que los hombres deben ser activos, dominantes y enfocados en tareas y logros (papel instrumental). Estas diferencias aparecen en casi todas las culturas y se reflejan en los intereses, temas de conversación y metas personales. A pesar de ciertos avances hacia la equidad, las ideas tradicionales persisten, y el papel masculino sigue siendo más valorado. Algunos estudios muestran que las personas tienden a considerar más competente un trabajo si creen que fue hecho por un hombre. Incluso las propias mujeres, influenciadas por estas normas, suelen valorar menos su trabajo y requieren atributos considerados “masculinos” para sentirse valiosas.

Género y conducta

Aunque existen creencias muy arraigadas sobre lo que es “masculino” o “femenino”, las diferencias reales de conducta entre géneros son pocas y específicas. Eleanor Maccoby y Carol Jacklin, tras revisar más de 1400 estudios, concluyeron que sólo cuatro discrepancias sexuales contaban con evidencia sólida, aunque su método fue cuestionado por no considerar la calidad de los estudios. Investigaciones más rigurosas han confirmado diferencias menores: en general, las mujeres tienden a tener una ligera ventaja en habilidades verbales, mientras que los hombres adolescentes destacan más en razonamiento matemático y en la manipulación espacial de objetos. Sin embargo, las diferencias generales en inteligencia entre géneros son mínimas y difíciles de medir debido a que las pruebas suelen estar diseñadas para evitar sesgos de género.

La investigación sobre personalidad confirma sólo algunas diferencias consistentes entre géneros: los hombres suelen mostrar mayor agresividad, impulsividad e iniciativa, especialmente en competencia y sexualidad, mientras que las mujeres se orientan más a las relaciones, expresan emociones intensas (miedo, tristeza, vergüenza) con mayor facilidad y poseen mejor habilidad para percibir sentimientos ajenos. Sin embargo, muchos estereotipos son exagerados o falsos: no hay pruebas contundentes de que las mujeres sean más conformistas, dependientes o menos racionales, ni de que los hombres sean menos emocionales, simplemente exteriorizan la ira con menos inhibición y reaccionan fisiológicamente más fuerte. Las diferencias en cuanto a la disposición a ayudar, sumisión o autoestima se diluyen cuando se consideran contexto, estatus y aprendizaje social, lo que muestra que gran parte de las creencias populares sobre “lo masculino” y “lo femenino” carecen de base sólida.

Aunque las hormonas sexuales influyen en el cerebro antes de nacer, la experiencia social es decisiva en la construcción de los papeles de género: las comparaciones culturales muestran que lo “masculino” y lo “femenino” varían ampliamente. Esto indica que hombres y mujeres pueden aprender una gran diversidad de conductas. La socialización, transmitida por familia, escuela y pares, opera mediante dos procesos complementarios: el aprendizaje social, donde los niños observan, imitan y reciben refuerzos o castigos, sobre todo de modelos del mismo sexo, y la perspectiva cognitiva, según la cual los pequeños forman esquemas de género y buscan comportarse de acuerdo con ellos para mantener una autoimagen coherente. En la primera infancia predominan la imitación y las recompensas externas; conforme maduran, los propios esquemas e ideales de identidad sexual se vuelven el motor principal que guía su conducta.

La psicología, más que generar productos tecnológicos como otras ciencias, tiene su impacto en transformar la manera en que las personas comprenden lo humano y lo posible. George Miller, expresidente de la American Psychological Association, afirmaba que los psicólogos tienen la responsabilidad de acercar este conocimiento a todos, ya que puede beneficiar a cualquier persona. A lo largo del aprendizaje de esta disciplina, se espera que los principios y hallazgos adquiridos no solo amplíen la comprensión sobre el comportamiento humano, sino que también contribuyan a mejorar la calidad de vida propia y la de quienes nos rodean.

Referencias:

Davidoff, L. (1989). Conducta social y cuestiones sociales. Introducción a la psicología. (pp. 645-682). McGraw-Hill.

 

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