¿Cómo ayuda la psicoterapia a los jóvenes?

Por Magaly Vázquez

 

El adolescente es un individuo que atraviesa un complejo proceso de transformación física, psíquica y emocional, el cual implica dejar atrás mucho de lo que significa ser niño: su cuerpo cambia, así como la relación consigo mismo, con sus padres y con otras personas que lo rodean. Por lo tanto, está confundido, abrumado y lidiando con emociones, sensaciones y ansiedades muy intensas que, muchas veces, lo empujan a él o a sus padres a consultar un psicoterapeuta.

 

Los motivos de consulta son diversos: síntomas depresivos o de ansiedad, dificultades escolares, conducta disruptiva en casa o en la escuela, relaciones conflictivas con los demás, problemas con el cuerpo, consumo de sustancias, entre muchos otros. Naturalmente, la expectativa inicial es que el psicoterapeuta ayude al adolescente, liberándolo de sus síntomas, o resolviendo lo que aqueja o preocupa a sus padres.

 

Aunque existen diferentes corrientes psicoterapéuticas, la psicoterapia psicoanalítica no tiene como objetivo principal aliviar un malestar emocional o mejorar una conducta a través de estrategias concretas que aconsejen o eduquen a los pacientes. A veces, esto es difícil de explicar a los padres de niños y adolescentes, debido a que su expectativa es, precisamente, que la terapia funcione como un modelo pedagógico. Es decir, esperan que el terapeuta convenza al adolescente de cambiar, que se encargue de que apruebe el año escolar o de lograr que se “porte bien”.

 

Por otro lado, los adolescentes que llegan por voluntad a un tratamiento están sumamente angustiados y esperan una respuesta inmediata a su malestar. Recuerdo el caso de una paciente que llegó a tratamiento porque estaba muy confundida respecto a su elección de carrera profesional y buscaba, concretamente, que le dijera qué carrera elegir.

 

Entonces, ¿en qué beneficia a un adolescente iniciar un tratamiento psicoterapéutico? En principio, tendrá un espacio confidencial y de escucha íntima en donde no será juzgado ni reprendido por lo que hace o piensa, pues la relación entre paciente y terapeuta será distinta de la que tiene con sus padres, maestros y amigos. El terapeuta no es una figura de autoridad que determina lo que está “bien” o “mal”; su función es explicar al adolescente —como a todo paciente— sus conflictos más profundos y cómo estos impactan en lo que le sucede.

 

Por ejemplo, en el caso antes citado, el trabajo se centró en ayudar a la paciente a pensar en las implicaciones que, inconscientemente, tenía el elegir una carrera u otra; una de ellas era decepcionar a los padres y dejar de ser la hija preferida en casa. Así, fuimos analizando cómo le había costado ganarse esa posición al ser la más pequeña de sus hermanos. Comprender este conflicto, le permitió sentirse menos angustiada y tomar una decisión más clara en cuanto a su futuro vocacional.

 

Con este pequeño ejemplo clínico, busco transmitir que un tratamiento psicoterapéutico le permite al joven conocerse mejor, explorar y comprender aspectos de su personalidad que desconoce. El adolescente tiende a evadir sus estados emocionales y a defenderse de estos de una forma rígida, proyectándolos en los demás, o a través de acciones impulsivas. Sin embargo, en la medida en que el terapeuta le ayude a contactar con estos estados, el joven podrá tolerarlos mejor, verbalizarlos, responsabilizarse de ellos y construir mejores recursos internos que contengan la tormenta emocional que está atravesando.

 

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