El espejo roto: narcisismo y fragilidad en la adolescencia

Por Ximena Lugo Camacho

 

La adolescencia supone un momento de crisis y de duelos que sacuden la subjetividad del individuo. Es un periodo de cambios que comienza con la pubertad y que produce fuertes transformaciones en la relación del adolescente con su cuerpo real y con la imagen que tiene de éste. Entre estos cambios, está la propuesta de Aberastury (2015), quien refiere que transitamos tres duelos: el duelo por la identidad de la infancia, el duelo por los padres de la infancia y el duelo por el cuerpo infantil. Por tanto, el cuerpo se vuelve el campo en el que se libran batallas emocionales intensas, que involucran la pérdida de la imagen infantil. Esto conduce a una nueva imagen de sí mismos: la de un cuerpo sexuado, que señala su entrada al mundo adulto.

          Desde estas coordenadas, podemos señalar que en la adolescencia, la relación con el cuerpo y la imagen se vuelve frágil. Atraviesa perturbaciones que enfrentan al joven a retos que trastocan su narcisismo, es decir, su autoestima y amor propio, y que definirán la salud o patología en la vida adulta. Entre las distintas conductas que podrían indicar problemas de esta índole se encuentran las autolesiones, los trastornos de la conducta alimentaria, las cirugías a edades tempranas, la necesidad de tatuarse o perforarse, entre otras. Dichos problemas se intensifican cuando el ambiente del adolescente se encuentra perturbado.

          En este tenor, la relación del joven con el espejo real (o con las cámaras y la importancia de que otros los miren), se vuelve central en su vida cotidiana. Ya sea porque pasan largos periodos de tiempo observándose y notando cada detalle, impureza o cambio; o bien, en el otro extremo, rechazando toda posibilidad de mirarse o de ser mirados, cubriendo sus cuerpos.

          Es importante destacar que dichos comportamientos tienen fuertes implicaciones y una relación directa con la historia y el desarrollo psíquico individual de cada sujeto. Por ejemplo, para Winnicott, el precursor del espejo real es la mirada y el rostro de la madre real. Es decir, en las primeras etapas del desarrollo emocional del niño, el ambiente (la madre), desempeña un papel vital, que permitirá al niño separarse poco a poco de ésta, para conformar una identidad propia.

          Cuando el bebé es mirado y se mira en el espejo, que es el rostro de la madre, desarrolla una identidad propia y un yo sólido, capaz de vivir y morir. Esto permite que su psiquismo quede a disposición del sujeto para atravesar las futuras crisis que el adolescente enfrentará. Sin embargo, en este nuevo periodo, el ambiente, la mirada y el espejo adquieren relevancia, pues el adolescente no sólo está expuesto a la transformación de su cuerpo real, sino también a la posibilidad de que su mente infantil evolucione a una mente adulta. En este proceso, surge la necesidad de ser mirado, de poder mirarse y reconocerse nuevamente en la mirada de los otros, ya no solamente en la madre.

           En la adolescencia, la mirada de los otros representa el espejo a través del cual el adolescente puede verse reflejado y, así, legitimar su derecho a existir y reconocer su cuerpo y su lugar en el mundo. Desde esta perspectiva, podemos inferir que la ausencia de los padres, profesores o la presencia de amigos con diversas problemáticas, en vez de estimular el desarrollo individual y el fortalecimiento psíquico del sujeto, constituyen un espejo roto. Esto supondrá un problema cuando el joven busque mirarse, para así dar paso a una representación propia de su cuerpo sexuado y, por lo tanto, constituir una identidad adulta.

          La importancia de un ambiente que provea un espejo, basado en el acompañamiento a nivel familiar, social y profesional del joven, brinda la posibilidad de transitar la adolescencia de una forma que, si bien no estará libre de conflictos, dotará al joven de herramientas psíquicas que permitirán al adulto enfrentarse a las crisis que esta nueva etapa representará para el individuo.

 

 

Referencias bibliográficas

Aberastury, A y Knobel M. (2015). La adolescencia normal. Paidós.

Winnicott, D. (1967). Realidad y juego. Gedisa.

 

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