Jugar es cosa seria

Por Laura De La Torre

El presente artículo es un recorrido por algunas de las ideas compartidas por la Dra. Sara Dweck durante la sesión introductoria del curso corto La comprensión del juego del niño en la sesión psicoanalítica, que dará inicio el sábado 27 de septiembre de 2025. Su finalidad es extender una invitación a participar en este espacio, que no solo propone un recorrido teórico, sino que convoca a vivir, pensar y sentir el juego como una vía de acceso al mundo interno del niño. Se trata de un curso que conjuga el rigor conceptual con la sensibilidad clínica. Asimismo, ofrece una valiosa oportunidad para profundizar en la experiencia emocional de acompañar el proceso psíquico infantil a través del juego.

Para contextualizar el tema, podemos referirnos a una anécdota clásica de Sigmund Freud. Un día, el médico observó a su nieto pequeño jugando con un carretel. El niño lo arrojaba fuera de su vista mientras decía “fort”[1], y luego lo recuperaba diciendo “da”[2]. Lo que parecía un juego repetitivo e inocente escondía algo más profundo: el niño no solo jugaba, también simbolizaba la pérdida y el regreso, por lo que elaboraba psíquicamente la angustia de separación. Freud llamó a esto el juego del Fort-Da, y con ello abrió la puerta a una comprensión fundamental: el juego es una vía privilegiada del trabajo psíquico infantil.

Desde edades muy tempranas —incluso desde la cuna— los niños juegan. Juegan con sonidos, con gestos, con el cuerpo, con objetos, con las personas. El juego aparece mucho antes que el lenguaje verbal y, en muchos sentidos, es el primer lenguaje. A través de este, el niño comienza a nombrar el mundo, a construir símbolos, a ensayar vínculos y a explorar su contexto. El juego es, entonces, una forma de expresión, de conexión, de fantasía y también de transformación.

Como decía Winnicott, “el juego es cosa seria”. Es en ese espacio intermedio —entre la realidad externa y la realidad psíquica— donde el niño despliega su mundo interno: sus angustias, sus deseos y sus vínculos más profundos, pero también sus recursos yoicos, su creatividad, su capacidad de simbolizar y su impulso hacia la elaboración psíquica. Al igual que los sueños, el juego obedece a una lógica simbólica. Permite realizar deseos inconscientes, expresar miedos, tramitar enojos, celos, pérdidas, situaciones traumáticas o experiencias que aún no pueden ser puestas en palabras. Jugar no es solamente eso: es una forma activa de pensar, de procesar y de elaborar.

Desde la mirada psicoanalítica, el juego en la sesión es más que una técnica. También es un modo de encuentro. Representa una forma en la que el niño nos invita, a su ritmo y en su idioma, a compartir su mundo interno. No obstante, este encuentro no es neutro. Nos concierne, pues requiere disponibilidad emocional, capacidad de resonancia y un saber teórico que no se imponga, sino que acompañe. Debemos saber cuándo interpretar, cuándo sostener el silencio, cuándo simplemente jugar y cuándo traducir.

Es importante recordar que el juego ocurre más allá del consultorio, como en casa, en la escuela o en el parque. No siempre necesita ser inducido, muchas veces basta con estar presentes para reconocer su aparición. Como señaló la Dra. Dweck en la sesión introductoria del curso corto antes mencionado: “el juego es un medio, no un fin”. Si el niño ya tiene palabras, el juego puede funcionar como una entrada cálida o como un puente. En otros casos, es el único camino posible hacia la expresión y el vínculo.

 

[1] En alemán significa “se fue”.

[2] En alemán significa “aquí está”.

 

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