Violencia familiar y trauma psicológico
Centro de Psicoterapia Psicoanalítica de Lima
Por Andrea Amezcua Espinosa
La familia tiende a moldear los espacios vinculares; este es el espacio de subjetivación humana. Nacemos vinculados: los vínculos son relaciones significativas, gracias a ellos existimos para otros y somos llamados a la existencia. Quien no se vincula se enfrenta a la soledad y la muerte. Todos nosotros estaremos en relación con los demás, juntos o relacionados en diferentes niveles de intimidad. La forma de vincularse implica afecto y profundidad de relación.
La violencia se define como un tipo de evento que genera desubjetivación, con ella se produce un trauma. Puede existir una agresión al sujeto que le quita calidad a su existencia por medios físicos, verbales, psicológicos, entre otros. El trauma es una huella de la violencia vincular. El descuido también podría calificarse como violencia, por ejemplo, si el niño no recibe afecto, por lo que estaríamos hablando de omisión o negligencia.
Después de la Segunda Guerra Mundial se observó que los niños en hospitales morían por falta de afecto, lo que generaba carencias psicológicas y limitaciones en lo vincular. La experiencia afectiva de la infancia va marcando los patrones de relaciones de la vida posterior, en la adolescencia y adultez. En la época contemporánea existe un patrón para “encubrir” el síntoma, pero la propuesta psicodinámica propone que se debe ir a la raíz: no atender desde la superficialidad, sino ir al fondo de la situación.
Las formas de violencia también se suman a una cuestión social. Estos eventos no son aislados: están encubiertos y normalizados, cubiertos por el amor romántico y su construcción en el imaginario social. Hay una repetición o ciclo en violentar al otro que termina por destruir la subjetividad de aquel que sufre dichos actos.
La transmisión transgeneracional del trauma, visible entre diferentes familiares y épocas de una familia, es común en el plano de la violencia. Más allá de la repetición del trauma, hay algo inscrito en el inconsciente. Aun así, aunque sufrir violencia es un condicionante importante, no es obligatorio que se repita entre los vínculos. La terapia y los espacios terapéuticos aparecen como fuente de reconocimiento de patrones inconscientes. Las situaciones cambian al interior de la familia y eso genera una transformación individual y grupal.


