Sobre el amor y la soledad

Por Raquel Vega


El amor y la soledad son dos afectos que forman parte del amplio espectro de emociones humanas. Como todas ellas, se caracterizan por su inevitabilidad. Es imposible que una persona jamás sienta amor o que nunca se sienta sola, y sin embargo, tanto en la consulta como en la vida cotidiana, frecuentemente vemos cómo las personas intentan no sentirlas. Ya sea “pasando de largo” frente a oportunidades de formas relaciones cercanas, como haciendo uso de múltiples recursos para no sentirse solos: llenarse de trabajo o actividades recreativas, buscar incesantemente compañía o minimizando la importancia del otro para que cuando ese otro no esté, “de igual”.
Por un lado, el amor puede ser una de las emociones más agradables, excitantes y enriquecedoras de la vida. Cuando uno se siente amado, puede sentirse feliz, capaz, valioso, importante. Existe un mundo de posibilidades a explorar. Pero lo cierto es que no todo es miel sobre hojuelas, también el amor implica compromiso, trabajo, esfuerzo, pues todas sus bondades no se dan por arte de magia, son una posibilidad que se construyen poco a poco.
Además, también es cierto que amar a alguien implica cierta dosis de vulnerabilidad. Cuando uno ama a alguien es muy posible que con ese amor puedan despertar dentro de nosotros emociones que no se sienten tan amorosas cuando, por ejemplo, ese amor no es exclusivo, se siente en riesgo o se va, en ese momento es muy fácil sentir celos, posesividad, frustración, soledad, entre otros.
Así pues, vemos que el amor y la soledad son dos emociones que implican cierto interjuego. Cuando me intereso por alguien – pareja, amigos, familia – y deposito en esa persona mi cariño, amor o afecto, su ausencia no me es indiferente e incluso hay veces, que el hecho de que las personas amadas no estén cerca puede acarrear intensos sentimientos de soledad.
¿Es esto malo?, ¿el sentirse solo? No en realidad. La soledad, como mencionamos previamente, es una emoción inevitable, y aunque puede sentirse como algo desagradable, lo cierto es que también puede tener sus bondades. La soledad, como muchas emociones siempre formará parte de un espectro, donde la persona puede oscilar entre lo esperable, natural y no patológico; y aquello que puede ser conflictivo y convertirse en complicación o síntoma. Así, la soledad puede ser esa experiencia que permite autoconocimiento, tranquilidad y armonía o en contraste, puede convertirse en sensaciones de vacío, provocar angustia y aislamiento.
Tanto el amor como la soledad nos implican esas posibilidades, desde sentir que son afectos agradables y provechosos para el desarrollo emocional hasta el pesar, la angustia y el malestar. El tema no es no sentirlos, o sentir sólo el amor y no la soledad sino comprender lo que experimentar estas emociones no implica, cómo se ponen en juego tanto en nuestros diferentes vínculos como en los distintos momentos de la vida, para poder lidiar con ellos de una forma más armoniosa, menos rígida y por lo tanto no tan problemática.
En el Diplomado “Amor y soledad en diversos momentos de la vida” estudiaremos estos afectos a la luz de diversas teorías tanto psicoanalíticas como multidisciplinarias para poder reflexionar y profundizar sobre las distintas formas en las que el amor y la soledad tiñen nuestras experiencias y relaciones, así como la forma que podemos verlas reflejadas a lo largo de distintas etapas del ciclo vital tanto en la vida cotidiana como en el consultorio.

 

Compartir: