Problemas escolares y fracaso escolar. ¿Es complicado para quién?

Por Laura Andrea de la Torre Peguero

“La adolescencia es un periodo complicado”. Esto es algo que constantemente se escucha, pero ¿qué etapa no lo es? Cada una tiene sus retos, y para entender los de esta fase, Arminda Aberastury explica en La adolescencia normal que ésta es una época crucial de desprendimiento que inicia desde el momento en el que se nace. En el adolescente podemos observar una serie de cambios físicos y corporales que marcan una diferencia con respecto a la infancia. Además, la mente del adolescente ya es capaz de notarlos. Los cambios que se perciben por fuera repercuten en el interior, pues es aquí donde se da el embate por apropiarse de un cuerpo cambiante, la lucha entre depender de los padres (que ellos resuelvan todo, como cuando eran pequeños) y las ganas de comerse al mundo y demostrar lo grandes e independientes que son.

La renuncia a los padres omnipotentes y omniscientes, que eran en la mente del niño como superhéroes invencibles, despierta emociones ambivalentes. Durante el crecimiento se dan cuenta que papá o mamá no tienen siempre la respuesta y que no son tan poderosos como ellos creían. La capa se cae y, con ello, despierta una serie de emociones y angustias que van desde el gozo de competir con los padres y “convertirse en adulto a toda prisa” al miedo de ya no poder acudir a esos superhéroes. Así es como se va de los padres al grupo de amigos. Con los pares se da la búsqueda de respuestas que los padres no pueden brindar. Es por eso que la escuela, los amigos, profesores y figuras externas a casa adquieren gran importancia en esta edad. Ellos ofrecen la oportunidad de identificarse con alguien más y así tomar distancia de esos padres que se perciben como anticuados sin generar una sensación de vacío.

En la escuela no sólo se tiene la oportunidad de acceder a conocimientos teóricos de matemáticas, física, biología, etc., sino también de convivir e interactuar con otros amigos que pasan por situaciones similares y aunque cada uno lleva sus propias batallas con su cuerpo y mente, juntos da menos miedo. Es importante remarcar que, aunque la actitud del adolescente por lo general pide distancia y libertad, no hay que soltar las riendas y dejarlo a la deriva. Es toda una hazaña que padres, profesores y las personas que están cerca del adolescente deben lograr, ya que requerirá medir la distancia óptima para permitirle al adolescente formar su identidad.

Puede ser que las calificaciones ya no estén dentro de sus prioridades y las dejen de lado para poder conquistar su identidad. Entonces, en esta etapa no se es niño pero tampoco adulto. Se presenta el desafío de tolerar el crecimiento paulatino y todo lo que éste despierta en la mente y cuerpo (aunque los cambios suceden a gran velocidad), cuando lo único que el joven quiere es botarlo todo, que el otro se haga cargo y que lo despierten cuando ya sea adulto. Las emociones oscilantes y extremas son características de este periodo; sin embargo, el adulto no aparecerá nunca si no se le da la oportunidad al adolescente de ser adolescente, de quitarle la capa a los padres y lanzarse a la búsqueda de otras figuras a las cuales admirar, darles las herramientas necesarias para crear su privacidad y que los límites le sean claros para que no se desborden. Al hablar de todo esto, nos damos cuenta de que, en efecto, “la adolescencia es un periodo complicado” no sólo para el adolescente, si no también para los padres y las personas que tienen que ayudarle en esta transición.

 

Bibliografía

Aberastury, A. y Knobel, M. (1988). La adolescencia normal. México: Paidós Educador.

Bloss, P. (2011). La transición adolescente. Argentina: Amorrortu/editores.

Donzino, G. (2015). Culturas Adolescentes. Argentina: Noveduc.

 

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