Localización de la respuesta inconciente frente al miedo

Por Víctor H. Ruiz Franco

A lo largo de su historia, los postulados psicoanalíticos han sido cuestionados en numerosas ocasiones, principalmente por aquellos que se niegan a reconocer la existencia del inconciente y su influencia en la vida del ser humano.

Freud siempre estuvo atento a estas críticas, como puede observarse en la Conferencia 18 (1917), donde habla del origen psíquico de los síntomas neuróticos y comenta que “desde ellos parte un camino que infaliblemente lleva a convencerse de la existencia de lo inconciente dentro del alma y por eso mismo la psiquiatría clínica, que no conoce más que una psicología de la conciencia, no sabe qué hacer con ellos”.

No obstante, las neurociencias han comenzado a corroborar algunos postulados freudianos, en este caso, los procesos mentales relacionados con la respuesta inconciente frente al miedo. Morris, Öhman y Dolan (1998) llevaron a cabo la investigación titulada Conscious and unconscious emotional learning in the human amygdala. Los autores realizaron un experimento en el que primero condicionaron a los participantes. En dicho condicionamiento se asoció la imagen de un rostro enojado con un sonido brusco de gran intensidad. El sonido era tan fuerte que resultaba atemorizante.

Posteriormente, se les mostró en un tiempo muy breve solo la imagen del rostro enfadado. El tiempo en que se mostraba era muy breve, por lo que conscientemente los participantes no podían decir si habían visto algo, y mucho menos describirlo, no podían representarlo. Esta aparente impercepción, era eso, aparente, ya que los científicos comprobaron que la percepción inconsciente activaba la amígdala derecha.

En un segundo momento, bajo el mismo condicionamiento, se mostró la imagen del rostro enojado, ahora con una duración suficiente para que fuera registrado conscientemente, y la amígdala que se activó fue la izquierda.

Para comprender y dar profundidad a estos resultados es importante puntualizar las funciones de la amígdala. De acuerdo con J. Sánchez y F. Román (2004) de la Universidad de Murcia, la amígdala está considerada como una estructura esencial para el procesamiento emocional de las señales sensoriales, este procesamiento puede ser muy simple y automático, o complejo cuando la amígdala se conecta con la corteza. A la amígdala izquierda se le ha relacionado con la codificación y extracción de las características estimulares de la emoción así como con los procesos del lenguaje emocional.

Es esta última característica, la implicada en el lenguaje, la que revela el alcance del experimento antes mencionado, ya que permitió concluir a los investigadores que la percepción consciente y la posibilidad de crear un relato de la situación que origina el miedo, permitiría contrarrestar los efectos autónomos de la amígdala derecha. Es aquí donde el pensamiento freudiano converge, ya que ‘haciendo consciente lo inconsciente’, la amígdala derecha y sus funciones ligadas a los sistemas del lenguaje, darían un cause menos autónomo (actuado) al afecto, en este caso de miedo.

El psicoanalista Hugo Bleichmar, considera que la conclusión más importante de la investigación de Morris (1998), es que los condicionamientos traumáticos inconscientes tienen una distinta localización que los que son registrados conscientemente, y sobre todo que activan más neurovegetativamente a la persona.

En los siguientes enlaces podrás consultar la investigación de Morris y sus colaboradores (https://www.nature.com/nature/journal/v393/n6684/full/393467a0.html). También te compartimos la reseña que Hugo Bleichmar realizó de dicho trabajo (https://www.aperturas.org/articulos.php?id=0000098&a=Diferencias-de-localizacion-hemisferica-entre-estimulos-displacenteros-conscientes-e-inconscientes-y-entre-estimulos-placenteros-y-displacenteros).

Además de la investigación de J. Sánchez y F. Román sobre la amígdala y la expresión emocional: https://www.um.es/analesps/v20/v20_2/05-20_2.pdf

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