Lo masculino y lo femenino en el teatro de la mente
Por Jan Pohlenz
En el marco del Diplomado de Sexualidades por parte del Centro Eleia, recibimos la participación de la doctora Cecilia Muñoz, quien ofreció un seminario conmovedor y clínicamente preciso sobre la subjetividad femenina y masculina, la transmisión del trauma a través del tiempo y la escucha psicoanalítica frente al dolor. Cecilia Muñoz, psicoanalista, docente e investigadora, cuenta con una trayectoria amplia, especialmente en lo que concierne a las configuraciones femeninas del sufrimiento y los efectos psíquicos de la violencia, las migraciones y las infancias. Además, la doctora también es socióloga por parte de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales de Chile.
El seminario comienza con un recuento biográfico de la doctora en una Colombia rural atravesada por la guerra y los hombres desaparecidos. La doctora Cecilia relató escenas familiares marcadas por la violencia y el silencio. Por ejemplo, describió cómo las mujeres de su familia —madres, abuelas, tías— sostenían la vida sin hablar del dolor que cargaban. Esa transmisión silenciosa, encarnada en cuerpos que no se permitían quebrarse, fue el germen de su sensibilidad clínica. Desde muy joven, comprendió que lo más importante no siempre se dice: a veces se calla, se actúa, se insinúa. Así comenzó a gestarse en ella una forma de escucha que luego encontraría en el psicoanálisis un cauce ético y metodológico.
Asimismo, se abordó en clase la figura del padre y los varones silenciados por estructuras familiares matrifocales. A través de observaciones clínicas y recuerdos familiares, Cecilia analizó cómo algunos hombres son convertidos en sostenes emocionales sin derecho a ser sujetos deseantes. Varones que cuidan, que proveen y que sostienen, pero que no son reconocidos. Este análisis no idealiza lo femenino; por el contrario, señala cómo ciertas formas de poder moral ejercido por mujeres pueden anular al otro y a ellas mismas.
El seminario retomó luego el registro trágico como vía para pensar el sufrimiento femenino. Figuras como Políxena, Andrómaca, Casandra y Hécuba se volvieron claves clínicas. Políxena, por ejemplo, se ofrece como ofrenda para ser degollada, pero de manera digna y no victimaria. Cecilia leyó en ella a tantas mujeres que, por amor, por los hijos, por lealtad, han entregado el cuerpo como último gesto de sentido. En estos mitos trágicos, la clínica encuentra imágenes arquetípicas para pensar fenómenos actuales. La tragedia se revela como estructura viva del psiquismo.
Casandra, la mujer que ve, pero no es escuchada, encarnó otra posición subjetiva crucial: la del saber femenino desautorizado. Cecilia recordó cómo muchas pacientes anuncian lo que va a suceder —una separación, una enfermedad, una traición— pero su palabra es ridiculizada o infantilizada. Señaló que, incluso dentro del campo laboral, la voz de muchas analistas mujeres ha sido desestimada por “alterar la armonía institucional” o por “locas”. Casandra no está loca, está lúcida, pero su palabra carece de inscripción simbólica y social.
Esta clase magistral ofreció a los alumnos una rica reflexión sobre la feminidad a través del relato autobiográfico. Aunado a esto, los alumnos obtuvieron más herramientas para comprender la complejidad de las múltiples caras de la feminidad y la masculinidad.