Ideas psicoanalíticas sobre la violencia, la guerra y el odio racial

Por Nadezda Berjón

Cada tantas semanas, se anuncia alguna desafortunada noticia sobre un tiroteo o ataque motivado por odio racial, por conflictos religiosos o territoriales. Por ejemplo, recordemos que, a principios de agosto, al menos veintidós personas perdieron la vida en El Paso, Texas, a manos de un hombre que atentó contra personas de la comunidad latina, principalmente migrantes de origen mexicano, dentro de un supermercado. Otro caso que podemos evocar es la masacre en Nueva Zelanda al interior de dos mezquitas (marzo del año presente), cuyo resultado fue cuarenta y nueve personas fallecidas. Nuestro país no es ajeno a que ocurran este tipo de situaciones, ya que, actualmente, el número de crímenes contra la comunidad LGBTTTIQ es elevado, sobre todo contra las personas transexuales y transgénero. En aras de comprender aquello que propicia este tipo de tragedias, presento algunas nociones psicoanalíticas en este breve texto.

En 1905, Freud observa que la sexualidad está presente desde el nacimiento: existe una búsqueda de satisfacción, primero en el cuerpo y después por medio de la relación con otros, que coexiste con crueldad y sadismo. Es decir, sexualidad y agresión actúan al unísono. Podemos observar esta dinámica en niños que pellizcan a su hermano recién nacido o el desmembramiento entre hormigas, arañas e insectos varios, entre otros. La agresión es un componente normal humano que, en términos freudianos, debe someterse a un contrato social de no agresión, una vez que la persona madura (Freud, 2013a).

Posterior a la Gran Guerra, Freud (2013b) sostiene que debe existir una fuerza dentro de la psique que lleva a las personas a sufrir y destruirse, a esta la denominó pulsión de muerte. Observa que, si bien puede aniquilar al sujeto, también se expulsa para salvaguardar al yo, llevando al sadismo, es decir, agredir para no autodestruirse y se observa en aquellos que se destruyen matando a otros, como en el caso extremo del piloto de Germanwings, quien, en 2015, estrella un avión con pasajeros: la pulsión de muerte en toda su expresión.

Por su parte, Klein (1946), psicoanalista pionera en el trabajo con infantes, desarrolla el concepto de identificación proyectiva para describir un mecanismo primitivo que se utiliza para expulsar lo indeseado de uno mismo y adjudicarlo a otro, de tal manera que se le pueda despreciar y violentar. Sigue la línea de la pulsión de muerte, pues considera que estamos conformados por afectos de amor, así como de odio. Pensemos en el racismo, si el otro es el depositario de los aspectos rechazados se le puede maltratar o al menos odiar. De inicio, se produce cierta calma, pues el mal está afuera, pero también genera un estado paranoide en tanto el mundo se tiñó de todo lo peligroso.

Meltzer (1988), psicoanalista estadounidense, describe la relación del bebé con el cuerpo de la madre como una situación de misterio, inspiración, belleza y verdad. Es ella la que crea vida y alimenta. Si la envidia se cruza en este encuentro, entonces la madre admirada es despreciada y se desea vaciarla y usurpar sus funciones. Un ejemplo es el exterminio de etnias, tradiciones y culturas cuya belleza y misterio resultan intolerables para cierto grupo, que lucha por destruirlas. Otro caso es la violencia del ser humano enfocada a la destrucción de la naturaleza, como al querer equiparar un conjunto residencial con la importancia de un manglar que provee oxígeno, nutrientes y vida a toda una zona. La película ‘Mother!’ (Aronofsky, 2017) es una estrujante muestra de cómo la belleza de la madre (en este caso, la Madre Tierra) es intolerable, por lo cual es necesario aniquilarla.

Por su parte, Bion (1961), psiquiatra y psicoanalista que trabajó con combatientes de la Segunda Guerra Mundial, arroja luz sobre los fenómenos grupales en torno al odio y la agresión, cuando la escisión y proyección se da como fenómeno de masa en el que son los otros los depositarios del mal. Por ejemplo, cuando un grupo funciona bajo el supuesto básico de ataque y fuga, delira respecto a la existencia de grupos malvados a atacar. Podemos observar este fenómeno en el rechazo y desprecio hacia los migrantes centroamericanos que cruzan el país: de pronto la sociedad se divide entre los locales, representantes de lo bueno, y los foráneos, vistos como peligrosos e indeseables.

Finalmente, lo que queda es aceptar la propia ambivalencia y responsabilizarse por lo propio. Si bien no podemos ser totalmente buenos, sí estamos capacitados para contener los afectos. Sírvase como ejemplo, el fantástico diálogo “pequeño Hans” (de tres años) cuando el padre confronta al niño, respecto a sus deseos de que la hermana menor muera, diciendo que un buen muchacho no desea algo así y el niño responde “pero tiene permitido pensarlo”. (Freud, 2013a, p. 61).

 

Referencias

Bion, W. R. (1980). Experiencias en grupos. Buenos Aires: Paidós. (Obra original publicada en 1961).

Klein, M. (1975a). Envidia y gratitud. Obras completas de Melanie Klein. Buenos Aires: Paidós. (Obra original publicada en 1957).

________ (1975b). Notas sobre algunos mecanismos esquizoides. Obras completas deMelanie Klein. Buenos Aires: Paidós. (Obra original publicada en 1946).

Freud, S. (2013a). Análisis de la fobia de un niño de cinco años. Obras completas de Sigmund Freud. Buenos Aires: Amorrortu. (Obra original publicada en 1909).

_______ (2013b). Más allá del principio del placer. Obras completas de Sigmund Freud. Buenos Aires: Amorrortu. (Obra original publicada en 1920).

_______ (2013c). Tótem y tabú. Obras completas de Sigmund Freud. Buenos Aires: Amorrortu. (Obra original publicada en 1913).

_______ (2013d). Tres ensayos para una teoría sexual. Obras completas de Sigmund Freud. Buenos Aires: Amorrortu. (Obra original publicada en 1905).

Meltzer, D. (1990). La aprehensión de la belleza. Buenos Aires: Spatia. (Obra original publicada en 1988).

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