Ideas psicoanalíticas actuales sobre la adolescencia

Por Marta Puig

La adolescencia es un pasaje obligado, un proceso de grandes cambios que va de la infancia a la adultez. Sabemos que su comienzo corresponde con la pubertad, entre los 11 y 13 años de edad, momento de la vida en que la sexualidad aparece a flor de piel. En el cuerpo de la niña o del niño se manifiestan los cambios corporales y se desarrollan los órganos genitales distintivos del hombre y la mujer; la virilidad aparece en el hombre con las primeras eyaculaciones, el aumento en la masa y fuerza muscular y en las niñas se despierta la femineidad con la primera menstruación, el crecimiento de los pechos y las caderas. La adolescencia es un momento de tormento en el que surge una gran tensión ante la aparición de un cuerpo sexuado, capaz de procrear, y una mente infantil, por lo que reina una gran confusión: el adolescente batalla entre sentirse como un niño y lucir de una nueva forma, donde no se reconoce. Cada día que pasa pierde una parte de su infancia, situación que avanza inexorablemente hasta la llegada de la madurez.

La identidad en la adolescencia está en proceso de elaboración, es cambiante y dinámica, ya que dentro de la mente confluyen distintos personajes que dan lugar a varias actitudes y formas. Este continuo desplazamiento nos ayuda a entender por qué este momento de la vida está lleno de contrastes y contradicciones. A veces puede predominar el niño pequeño que no acepta frustraciones, quiere gratificación inmediata, evita responsabilizarse de sus actos, mientras espera que los demás se hagan cargo de sus necesidades y resuelvan mágicamente sus dificultades. En otros momentos, tiene un comportamiento revoltoso, conductas impulsivas, se siente ahogado en la familia, manifiesta desprecio y rabia hacia los padres, cuestionan sus valores y desea hacer las cosas por sí mismo. Los ideales que   persiguen provienen de su grupo de amigos, ya que desconfían de sus padres y, ahora, los creen incapaces de resolver todos los problemas.

Estas actitudes se considerarían anormales en otra época de la vida, pero en la adolescencia es algo que se espera, de ahí la importancia de que se abran espacios de libertad y se permita la compañía de otros jóvenes.  El principal propósito de formar estos grupos es contrarrestar al mundo adulto y crear un nuevo espacio de exploración, donde el adolescente pueda experimentar nuevas experiencias y relaciones.  También necesitan separarse y diferenciarse de los padres cuando la sexualidad está en primer plano. Las estratificaciones al interior de la mente no tienen que ver con la edad, sino con las motivaciones inconscientes. Sólo se puede progresar emocionalmente en la medida en que se llevan a cabo modificaciones internas: al ampliar el conocimiento de uno mismo, cuando se puede dar significado a las experiencias y aumenta la habilidad  para enfrentar los conflictos.

Siguiendo el espíritu plural que caracteriza a Eleia y el pensamiento de sus fundadores, Celia y Norberto Bleichmar, estudiamos la adolescencia haciendo una revisión lo más completa posible de todo lo que se ha escrito en el psicoanálisis desde su comienzo hasta nuestros días, abarcando los distintas modelos teóricos y clínicos que se complementan para comprender en profundidad  los  diferentes aspectos de lo que le sucede en este periodo de la vida.

Los autores clásicos explican la adolescencia como una fase que ocurre de acuerdo con un orden madurativo preestablecido; siguen un modelo evolucionista, de secuencia lineal, y la conciben como un puente entre el polimorfismo de la sexualidad infantil y la genitalidad de la sexualidad adulta. Para ellos, lo característico de la adolescencia es un aumento pulsional que lleva al resurgimiento de la sexualidad pregenital e infantil. Decir malas palabras, no bañarse, fumar, usar ropa estrafalaria o de mal gusto son ejemplos de la intensificación de las pulsiones orales, anales, exhibicionistas y genitales que provienen de los cambios corporales.

Para estos autores, la transición a la sexualidad adulta depende de la elaboración de la conflictiva edípica, es decir, que el adolescente pueda separase de los padres y renunciar a la posición infantil, narcisista y omnipotente. Cuando hay un fracaso en la elaboración del complejo de Edipo puede producirse una patología capaz de manifestarse a través de inhibiciones o bien mediante el surgimiento de síntomas.

Destacan en esta postura los aportes de Sigmund Freud (1905) y Peter Blos (1979). Por su parte, Anna Freud (1936) aportó la idea de mecanismos defensa específicos que los adolescentes utilizan para hacer frente a la sexualidad, piensa que los adolescentes bien portados son una estructura defensiva endurecida.

Otros psicoanalistas, como Arminda Aberastury (1989), se centraron en estudiar el tema del duelo. El joven tiene que llevar acabo el duelo de su infancia, proceso necesario para ser adolecente. Para esto, debe aceptar vivir con la ausencia de esta etapa y aprenderla a amar, sentir y vivir de otra manera. Como sabemos, se requiere de un tiempo para que el joven logre despegarse del niño que fue hasta que establezca una identidad propia. De esta manera, tiene una tarea creativa por realizar: ser el autor de su vida adulta que se construye, paso a paso, en compañía de los otros —padres, hermanos maestros, amigos o pareja—, los cuales, va comprendiendo, son vitales para su desarrollo.

A la luz de los desarrollos postfreudianos, sobre todo de las ideas de Donald Meltzer (1998), se considera a la adolescencia no solamente como etapa del desarrollo, sino un estado mental, capaz de presentarse en cualquier periodo de la vida. Desde esta perspectiva, hay ciertos momentos en la vida de una persona en que se conjugan las posibilidades para un cambio y transformación en la estructura psíquica, uno de estos momentos es la adolescencia. El estado mental adolescente se caracteriza por las tendencias polimorfas de la sexualidad infantil, la identificación proyectiva y los estados confusionales, los cuales se encuentran entre lo bueno y lo malo, lo masculino y lo femenino, lo interno y lo externo, lo adulto y lo infantil, y entre las distintas zonas erógenas. Todo esto surge junto con la desilusión hacia los padres, pues los adolescentes descubren que sus progenitores no saben realmente todo lo que hay que saber acerca de la vida y la sexualidad. No es lo mismo que lleve la batuta la parte infantil o adolescente de la mente, que me hace sentir las cosas de una manera muy distinta, a cuando predominan las áreas adultas o maduras de la personalidad, que, como expliqué anteriormente, no tienen que ver con la edad real, sino con la modalidad del funcionamiento emocional.

Los jóvenes de hoy no son tan distintos de los de ayer. La adolescencia es un proceso subjetivo de transformación de los ideales y del despertar de la sexualidad. Los motivos de consulta para análisis más frecuentes en situaciones normales son la angustia, la tristeza y la rebeldía. Lo que nos interesa comprender como analistas es cómo establece el adolescente su propia identidad, cuáles son las fuentes de identificación en las que se basan para hacerlo; cómo se enfrenta a los cambios de su cuerpo; a dejar su hogar e independizarse; cómo logrará relacionarse fuera de la familia y creará formas nuevas de identificación y cómo se desprenderá de las imágenes idealizadas de sí mismo y de los padres.  En general, sus síntomas se curarán con el tiempo, dependiendo de varios factores:  cómo haya tolerado las pérdidas en el pasado, si sus padres lo alentaron durante el desarrollo, ayudándolo a construir su propio camino, con amor, firmeza y, sobre todo, confianza en que la adolescencia tiene un final y no se va a prolongar para siempre. Así, los jóvenes pueden asumir la responsabilidad de su propia vida, poco a poco, hasta obtener la capacidad de identificarse con una pareja amorosa y generativa con la que pueda unirse en intimidad, volviéndose más receptivos a las cualidades y oportunidades  que realmente podrían ayudar a su desarrollo, en lugar de obstaculizarlo.

Es necesario distinguir entre conductas normales de las patológicas. En aquellos adolescentes que presentan conductas peligrosas, sus comportamientos incluyen fobia escolar, adicciones, síntomas depresivos graves con intentos de suicidio, anorexia y vandalismo. Generalmente provienen de familias más perturbadas.

Finalmente se encuentran los trastornos mentales, lo que los Laufer (1968, 1976, 1981, 1989 y 1996) llamaron el breakdown, que puede manifestarse en la psicosis melancólica, esquizofrénica o paranoide. Dichos trastornos, en el mejor de los casos, se pueden controlar con atención psiquiátrica, internación, orientación familiar y medicamentos.

Algunos indicadores que atestiguan que el adolescente ha llegado a la madurez son de naturaleza interna y no tienen que ver con logros externos. Por ejemplo, cuando ya no tienen vergüenza de mostrarse dependientes, aceptan sus propios defectos y son responsables por sus conductas, capaces de reflexionar sobre su pasado y mirar al futuro: la construcción progresiva de un adulto.  Para los adolescentes, este trabajo resulta en un crecimiento que se manifiesta cuando puede pensar y aumenta su capacidad de introspección, tolerando la verdad sobre sí mismo, también  cambian  sus valores  desde el egoísmo  hasta la preocupación  y el cuidado por los otros,  cuando se aprecian y agradecen las cualidades de aquellas personas que han sido significativas.

En la clínica del Centro Eleia nos comprometemos con el entrenamiento clínico de los alumnos, nos adentraremos en estudiar  en las supervisiones grupales lo que ocurre en  la sesión, tratando de  transmitir cómo se crean las condiciones emocionales que propician una relación de intimidad entre el analista y el paciente para la exploración de los significados inconscientes,  sin dejar fuera la compresión de aspectos culturales en la conformación de la identidad.

El psicoanálisis no es un oficio intelectual, es emocional; se trata de ayudar y aliviar a las personas, brindando compresión. Llevar a una persona a través de su interioridad, observando lo que hace y escuchando lo que dice de una manera receptiva, concentrada y comprometida, El psicoanálisis es un método para ayudar a la persona que sufre y a nosotros mismos para ser mejores personas. Pero mejor no quiere decir buenos, sino profundos e intuitivos.

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