Freud Museum London. «Lacan: An Introduction»
Por Andrea Amezcua Espinosa
Parte 1
El Museo de Freud en Londres ha tenido la iniciativa de realizar una serie de seminarios introductorios a diferentes pensadores postfreudianos. En esta ocasión, Keith Barrett, psicoanalista, presentó la obra de Jacques Lacan. Hablar del psicoanálisis lacaniano no tendría que estar necesariamente cargado de la jerga técnica que, muchas veces, Lacan y sus seguidores emplean. Para expresar claramente un pensamiento psicoanalítico no requerimos de términos rebuscados; según Barrett, lo que se necesita es más bien apertura y deseo de conocimiento.
Barrett establece el problema de la “ecuación personal”, que hace referencia a que cada teórico imprime su personalidad y su forma de ver el mundo en su pensamiento. Algunos psicoanalistas lacanianos contemporáneos pretenden convertir a Lacan y su obra en la única forma “correcta” de leer y pensar a Freud y el psicoanálisis. Barrett, por otro lado, propone que la forma principal para combatir el pensamiento sectario es la pluralidad. Por ello, la propuesta de los seminarios otorga a este encuentro basado en Lacan la misma posición que el de los otros pensadores. La “ecuación personal” se puede, a su vez, matizar con el diálogo entre escuelas y con una actitud de benigna curiosidad frente a lo que el otro trae a la mesa.
Una vez considerada la pluralidad, Barrett reflexionó sobre la utilidad de la jerga lacaniana en relación con la postura del mismo Lacan respecto al valor de su pensamiento. El presentador se dio a la tarea de explicar que la aparente complejidad es más bien una “fachada” tras la cual se encuentra el fundamento del psicoanálisis lacaniano. Además, añadió que dicha jerga rebuscada puede tener como propósito generar divisiones entre quienes lo adulan y quienes lo rechazan. En ambos casos, se pierde la posibilidad de adentrarse en el misterio. La adulación clausura la posibilidad de la duda, mientras que el rechazo cancela el diálogo. En la década de los 60, Lacan tenía la intención de establecerse como un pensador de gran talla.
A partir de un enfoque en psiquiatría, Lacan realizó su tesis doctoral en 1932, titulada “Sobre la psicosis paranoica y su relación con la personalidad”. Su interés rebasó los límites de la enfermedad orgánica para centrarse en una fenomenología psiquiátrica. El caso revisado de Aimée abordaba la paranoia y su relación no con el cerebro sino con la mente. Aimée, una mujer que atacó a una famosa actriz alegando que esa actriz conspiraba en su contra, fue detenida y procesada. Lacan logró extraer del evento que, para Aimée, la mujer agredida representaba su ideal del yo. La fama, la creatividad, el reconocimiento y la libertad de la actriz se oponían a los constantes rechazos que Aimée había experimentado respecto a sus propias producciones literarias.
La publicación de dicha tesis lo llevó a conectar con el movimiento surrealista que, desde la lectura de Freud, mostraba gran interés en el inconsciente. Asimismo, Lacan conoció a Salvador Dalí y a André Breton, con quienes colaboró también para la creación de diferentes artículos para revistas surrealistas. Dentro del surrealismo, Lacan se aproximó al concepto de imagen, lo cual fue de vital importancia para su trabajo fundante del “estadio del espejo”. A partir de la presentación de 1936, Lacan fue ganando adeptos y contrarios en el mundo psicoanalítico. Su obra podría dividirse en tres momentos: primero, la fascinación por la imagen y el registro de lo Imaginario; segundo, la introducción del lenguaje y el registro de lo Simbólico; y finalmente, el registro de lo Real.
En los Écrits (1949), Lacan reintroduce el término del “estadio del espejo”, ahora en una versión más corta, pero que conserva la esencia del planteamiento. El objetivo del escrito es plantear el origen o nacimiento del Yo. Contrario al Cogito ergo sum de René Descartes, padre de la filosofía moderna, para Lacan el yo, la autoconciencia, sólo es obtenible con el reconocimiento del otro, un planteamiento que Hegel ya había promulgado desde la Fenomenología del espíritu. Es decir, la conciencia no está absolutamente dada ni es autocontenida, como lo diría Descartes, sino que es resultado del movimiento dialéctico hegeliano.
El “Pienso, luego existo” asegura la existencia aislada y solipsista de la conciencia. Sin embargo, ¿cómo se constituye ese Yo implícito en el ‘pienso’? Lacan responde que es a través del reconocimiento en el espejo. Habla de los animales no humanos, como los chimpancés, quienes pueden reconocerse en el espejo, pero no muestran fascinación por su imagen, a diferencia de los infantes humanos. De los seis a los dieciocho meses, el bebé humano estructura ontológicamente su mundo a partir de la identificación con la imagen reflejada. Hay una transformación en el sujeto cuando asume la imagen como el centro de su identidad. Es una identificación cargada de júbilo; la imagen especular viene a unificar una existencia marcada por la impotencia motora y la absoluta dependencia. La transformación que acontece en el individuo tras reconocerse en el espejo es posible gracias a la captura en el reino de las imágenes. Lo que se sentía como caótico y fragmentado se refleja y unifica como un ser completo en el espejo.
De esa manera, surge un falso enlace entre la mirada, que reporta la imagen completa, total y absoluta, y la gran dependencia innata que nos dice que el pecho y la madre no son parte de nosotros. La satisfacción ‘futura’ de la completud es una promesa que nos objetiviza; la reificación parte de la dialéctica entre la mirada y la imagen, la cual sólo puede ser atravesada por el lenguaje. La palabra que uno habla enlaza con la subjetividad, ya no con el ego, sino del sujeto. Por ello, Lacan se opone a la psicología del yo y a su propuesta de “fortalecer el ego”, ya que, para el pensador francés, el ego es una ficción. El sujeto (Ich/Je) se opone a la ficción del moi; el primero se ve eclipsado por el segundo, la verdad del sujeto por la ficción de la imagen. Entonces, ¿cuál sería el fundamento terapéutico del psicoanálisis lacaniano? Hablaremos de eso, además de los registros, en la segunda parte.