Enuresis infantil

Patricia Bolaños

La enuresis es la incontinencia de la orina a una edad en la que se espera que el niño ya posea el control de esfínteres. Podemos hablar de enuresis primaria cuando el niño no ha aprendido a regular la micción; la enuresis secundaria es la pérdida de esta capacidad una vez que ya se había adquirido.

La enuresis es un síntoma muy frecuente, sobre todo de noche; algunos niños presentan tanto enuresis nocturna como diurna, mientras que la minoría solamente durante el día. Es importante señalar que antes de los 5 años no se designa el síntoma propiamente como enuresis, pues, si a esta edad el niño se orina, lo entendemos como parte de los accidentes normales dentro del aprendizaje de ir al baño.

Este problema puede aparecer en diferentes estructuras: lo encontramos en niños con condiciones más graves en donde este síntoma se suma a otros, o bien, en niños sin dificultades severas en su configuración psíquica. Así, por sí misma, la enuresis no indica determinado grado de perturbación en el desarrollo.

Por ejemplo, es posible que se presente en un niño cuya familia acaba de recibir a un nuevo bebé. El niño puede tener una conducta regresiva y comenzar a orinarse a pesar de ya había aprendido a ir al baño por sí mismo. Entendemos, en este caso, que el síntoma expresa las emociones intensas que vive: celos, rivalidad, ganas de que mamá lo vuelva a atender como si fuera un bebé. Sería un gran apoyo para este niño tener contacto con alguien que le ayude a entender qué le ocurre, qué significa en su mente el orinarse, a fin de que, poco a poco, el síntoma ya no sea necesario, pues habrá encontrado otras formas de expresar lo que siente.

En contraste, si un pequeño presenta enuresis nocturna, junto con un comportamiento impulsivo, conductas agresivas hacia sus pares y problemas con las figuras de autoridad, estaríamos frente a una situación más seria, ya que la enuresis es un medio más a través del cual se hace evidente una psicopatología de mayor complejidad.

Una gran dificultad en torno a este síntoma es que genera mucho enojo en los padres. Se cree que los niños lo hacen a propósito para molestar y, por ello, suelen recurrir a estrategias conductuales que más bien empeoran el escenario. Es necesario comprender que el síntoma expresa un conflicto: no hay una intención consciente de orinarse (incluso, genera molestia y vergüenza en el niño). Por lo tanto, la intervención no tendrá como objetivo principal suprimir el síntoma, ayudar al niño a encontrar otros modos de expresar sus deseos, tanto amorosos como agresivos.

El control de esfínteres es un logro importante en el desarrollo; indica de manera implícita que el niño entiende que se debe sujetar a normas sociales y culturales, que no se puede hacer lo quiera y cuando quiera, que hay reglas y que a cambio logrará el reconocimiento de sus padres. A través del control de esfínteres el niño buscará su amor y, por ello, intentará identificarse con los adultos. Este proceso también es resultado de una apropiación paulatina del cuerpo (ya no es responsabilidad total de la madre); además, el yo del niño logra inhibir una forma previa de satisfacer sus deseos.

La relación madre-hijo juega un papel fundamental para el control de esfínteres. El requisito previo será la adquisición del lenguaje verbal y la capacidad para caminar, así como el desarrollo de la facultad para esperar, es decir, tolerar las exigencias internas.

Para comprender por qué un niño se orina, habremos de identificar los conflictos que están en juego, cuidándonos de las explicaciones generalizadas. Podemos encontrar un aprendizaje muy apresurado, en el que se le impuso al niño el ritmo de otro, no el que necesitaba; también es posible que haya aspectos desafiantes en su conducta, un ambiente sobre-erotizado o, por el contrario, carencias afectivas. Asimismo, las causas pueden radicar en algún evento que rebasa la capacidad del niño para enfrentarlo y suscita actitudes regresivas.

El trabajo terapéutico con niños que presentan enuresis debe llevarse a cabo dentro de un espacio donde les sea posible hablar, dibujar, jugar, sin centrarse en el síntoma. Es fundamental comprender las emociones y las fantasías subyacentes y mostrarles otros modos de externar su conflicto.

Referencia

 Janin, B. (2011). El sufrimiento psíquico en los niños. Buenos Aires: Noveduc.

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