Convergencias y divergencias entre los diálogos médico, psiquiátrico y psicoanalítico

Por Dr. Jorge Salazar

Desde hace décadas existe un consenso en las ciencias humanas en general y en las ciencias de la salud en particular que sostiene la concepción según la cual las personas somos entidades biopsicosociales indisociables. Esto es, todo individuo es resultado de la confluencia de estos tres grupos de factores que interactúan simultáneamente en diversos grados y de manera compleja entre sí. Para satisfacer la finalidad de obtener una comprensión cabal del ser humano, tanto en su desarrollo como en su acontecer actual, es imposible soslayar la participación de cualquiera de ellos. Oponerse a esta aseveración o no reconocer su pertinencia conduce a sostener visiones reduccionistas o simplistas acerca de la vida humana y de sus avatares.

Con el marco del paradigma biopsicosocial es posible afirmar que en todo trastorno, padecimiento o enfermedad están concernidos en proporciones variables los aspectos biológicos y orgánicos, los anímicos y emocionales, los sociales y culturales, tanto en lo que atañe a la causalidad de los procesos mórbidos como en el curso y evolución que estos siguen, en sus posibilidades de recibir un tratamiento adecuado, eficaz e integral y, más importante aún, de contar con una prevención oportuna. Bajo esta perspectiva, ninguna enfermedad es solo orgánica o solo psicológica. Por el contrario, todo padecimiento es psicosomático o, mejor aún, socio-psicosomático, ya sea que su causalidad orgánica específica pueda ser verificada mediante métodos empíricos, eclipsando a los demás factores etiológicos que escapan a la investigación instrumental, o bien que su psicogénesis llegue a ser esclarecida en la minuciosa indagación efectuada en la intimidad del consultorio psicoanalítico, la cual, por razones metodológicas, deja fuera de su ámbito la exploración física. El viejo dualismo mente y cuerpo ha quedado en desuso en el campo de las ideas para dar paso a una visión contemporánea que integra en distintos planos ambos componentes del binomio, en permanente interacción dentro de un determinado contexto sociocultural.

Ahora bien, el conocimiento acumulado en cada una de las disciplinas que comprenden las ciencias humanas, así como en las ciencias de la salud, es tan vasto que resulta imposible para un sujeto abarcarlo en su totalidad. Ni siquiera se podría tener una noción mínima de cada campo del saber y aplicarla con honestidad y eficacia en la práctica. Es obvio, pero conviene recordarlo: ninguna persona, por mejor preparada que esté, puede saberlo todo acerca de todo. Y haríamos bien en desconfiar de aquellos pseudoprofesionistas que se ostentan como expertos en múltiples artes, que lo mismo curan enfermedades incurables, dan terapias para arreglar vidas atribuladas, prescriben bálsamos y elíxires para todo mal y practican la oniromancia y el ocultismo, todo ello como consecuencia del exacerbado relativismo de la postmodernidad.

¿Cómo resolver entonces la aparente contradicción que existe al admitir, de un lado, la necesidad de contar con una perspectiva integral y abarcadora de la realidad humana para alcanzar su verdadera comprensión y, del otro, de reconocer la incapacidad individual para lograr un pleno dominio más allá de un campo del saber en aras de ejercer en la práctica con apego a la ética profesional?

La única forma posible de lograrlo es a través del diálogo, de fomentar el diálogo interdisciplinario y la colaboración colegiada. Sabemos que el conocimiento, de manera artificial pero también práctica y adecuada a fines, se encuentra dividido y agrupado en disciplinas que a lo largo de la historia moderna han tenido un desarrollo desigual y una penetración heterogénea en la sociedad. Si en otras épocas y por distintos motivos —ignorancia, indiferencia, prejuicios hacia el quehacer de los otros, obtención de cotos de poder, ventajas comerciales y beneficios económicos, elitismo y discriminación; en fin, dicho en términos psicoanalíticos: conflictos narcisistas, posesividad, rivalidad, competencia, exclusión, envidia y celos— las disciplinas no dialogaban entre sí o lo hacían solo al interior de cada una ante su propia imagen especular, sin someter sus métodos, investigaciones y resultados a la crítica y al escrutinio de las demás, ha llegado la hora de apartar el solipsismo gremial y trabajar conjuntamente para establecer las condiciones propicias para el diálogo plural y el intercambio fecundo y benéfico de los múltiples saberes que dan cuenta de la compleja realidad humana.

Existen, por lo menos, dos niveles en los que es posible formalizar el diálogo interdisciplinario en el campo de la salud. El primero atañe a las instituciones nacionales e internacionales, públicas y privadas, encargadas de crear y aplicar las políticas en materia de salud y bienestar, en las que convergen los individuos, unos como prestadores de servicios profesionales y asistenciales, y otros como derechohabientes de los mismos. Es evidente que para poder intervenir con eficiencia, dignidad y calidad humana, cada institución de salud debe integrar en su oferta de atención los aspectos sociales y psicológicos con los médicos. De lo contrario, la solución ofrecida por la institución será, en el mejor de los casos, parcial y provisoria, o, en el peor, ineficaz y negligente.

El segundo nivel —más difícil quizás de lograr que el anterior— corresponde al de las investigaciones científicas. ¿Cómo propiciar el diálogo inteligible si médicos, psiquiatras y psicoanalistas hablan distintos idiomas y desconocen la lengua de los otros? Ciertamente, el lenguaje científico que domina en las revistas médicas especializadas no es afín al de las publicaciones psicoanalíticas. Sin embargo, recientemente algunos grupos de psicoanalistas han publicado los resultados de diversas investigaciones empíricas en relación con la mejoría obtenida mediante psicoterapia psicoanalítica en estados depresivos. Estas investigaciones son pioneras en psicoanálisis y señalan el camino que favorece el diálogo científico con médicos y psiquiatras.

En el ámbito específico de nuestro interés —el campo de la salud mental— existe una gran preocupación por la elevada incidencia y la tendencia alcista de numerosos padecimientos psíquicos y emocionales. Lo anterior promovió el lanzamiento por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) del Plan de Acción Integral de Salud Mental 2013-2020, vinculante para los países adherentes del organismo internacional, en aras de que se valore, fomente y proteja la salud mental y se prevengan los trastornos mentales (OMS, 2013). La finalidad de este ambicioso plan es fomentar el bienestar mental, prevenir los trastornos mentales, proporcionar atención, mejorar la recuperación, promover los derechos humanos y reducir la mortalidad, morbilidad y discapacidad de las personas con trastornos mentales.

En el mismo año que dio comienzo la iniciativa de la OMS, en 2013, un grupo de psicoanalistas, bajo los auspicios de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA) y con el respaldo de la Asociación Mundial de Psiquiatría (WPA), conformaron el Comité en Psicoanálisis y el Campo de la Salud Mental con el objetivo de estudiar las condiciones de aplicación del psicoanálisis y efectuar recomendaciones con el fin de mejorar su vinculación con los servicios generales de salud y las instituciones de salud mental (Laks Eizirik y Foresti, 2019).

Una de las innovaciones conceptuales que impulsan esta iniciativa es, precisamente, denominar “campo de la salud mental” al dominio que otrora era exclusividad de la psiquiatría, siendo ahora remodelado mediante cambios teóricos y prácticos provenientes de disciplinas tan dispares como la genética y las neurociencias, la psicología y la psicopedagogía, la economía y la política, la sociología y la antropología, la biología y la epidemiología, entre otras.

En el encuentro científico Convergencias y divergencias entre los diálogos médico, psiquiátrico y psicoanalítico, dirigido al público en general y a los profesionistas del campo de la salud mental, abordaremos estas y otras ideas con el objetivo de analizar y discutir las condiciones favorables del diálogo interdisciplinario y de identificar los factores individuales e institucionales que lo obstaculizan.

Referencias

Laks Eizirik, C. y Foresti, G. (2019). Psychoanalysis and Psychiatry. Partners and Competitors in the Mental Health Field. Routledge.

OMS (2013). Plan de acción Salud Mental Integral 2013-2020. Recuperado de www.who.int/mental_health.

 

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