Comprender el juego del niño en la sesión psicoanalítica

Por Laura De La Torre

 

El juego es mucho más que una actividad natural de la infancia. En el contexto psicoanalítico, se transforma en un lenguaje simbólico y profundo. A través del juego, los niños despliegan su mundo interno, comunican sus temores, deseos, angustias y vínculos. Allí donde las palabras todavía no alcanzan, el juego permite representar lo inefable. Por eso, comprender lo que sucede en el juego es una herramienta fundamental en la clínica con niños.

Acompañando este enfoque, la Dra. Sara Dweck, psicoanalista con una amplia trayectoria clínica y docente, ha diseñado un temario de diez clases que conformarán el curso La comprensión del juego del niño en la sesión psicoanalítica, que abordará el juego desde sus fundamentos teóricos hasta su aplicación técnica y clínica. Su propuesta ofrece un recorrido sólido por distintos vértices psicoanalíticos para brindar recursos que permitan al terapeuta escuchar, leer e intervenir en el juego desde una posición sensible y rigurosa. El curso está dirigido a quienes trabajan o desean trabajar con infancias y buscan profundizar en el juego como vía privilegiada de expresión y elaboración psíquica.

En la sesión psicoterapéutica, el juego no es “solamente jugar”. Es una escena donde el niño dirige la trama, asigna roles, define los diálogos y pone en juego —sin necesidad de palabras explícitas— sus conflictos más profundos. El analista no es un mero observador: debe transformarse en pantalla, actor, traductor, espectador y testigo de ese drama lúdico. Su función es la de sostener la complejidad de lo que ocurre dentro del niño y también dentro de sí mismo, sin invadir ni retraerse.

Autores como Klein, Aberastury, Winnicott, Resnik y Doltó coinciden en la potencia del juego como espacio de simbolización. Klein subraya que toda transferencia se manifiesta en el juego; Winnicott señala que, si el niño no juega, no se interpreta, sino que se acompaña desde el vínculo. Por su parte, Resnik nos recuerda que también el analista es tocado por el juego: el niño evoca aspectos infantiles del terapeuta, y allí se aloja una parte central del trabajo clínico.

Comprender el juego es comprender al niño. Hacerlo en el encuadre analítico implica entrar a su mundo sin apurarlo, sin explicarlo demasiado pronto, sosteniendo la escena como un lugar posible de creación y transformación.

 

 

 

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