Cómo hablar de la muerte con los niños

Patricia Bolaños

Todos los individuos, sin importar la edad, estamos expuestos a sufrir pérdidas de diferente índole, entre ellas las relacionadas con la muerte. Un niño puede tener que lidiar con la muerte de un familiar, de una mascota o bien enfrentarse al tema debido al contenido de una película. Esto puede inquietar a los padres, quienes quizá se pregunten cómo hablar de la muerte con un niño y cómo responder a preguntas como: ¿A dónde se van las personas cuándo mueren? ¿Te vas a morir algún día? ¿Yo también me puedo morir?

Muchos padres prefieren no hablar del tema y evadir estas preguntas. Esto impide que el niño pueda darle sentido a una experiencia incomprensible y que genere muchas emociones y fantasías. Por esta razón es de suma importancia que el niño encuentre en sus padres o en un adulto una mente que le ayude a comprender lo que está ocurriendo.

Debido al dolor que la muerte provoca, los padres pueden creer que mentir acerca de este suceso es una buena forma de proteger a sus hijos de una penosa experiencia. Sin embargo, las mentiras suelen generar más dificultades en los niños, incluso el surgimiento de algún síntoma relacionado con la falta de palabras alrededor del evento del que no se está hablando. Françoise Dolto afirma que el niño está informado de la situación que se le oculta de forma total o inconsciente y que, gracias a las palabras verdaderas que verbalizan la situación dolorosa que vive y le otorgan un sentido susceptible de ser comprendido, puede superar la experiencia por la que está atravesando.

Cuando se habla de la muerte es importante tomar en cuenta la edad del niño, indagar primero qué es lo que piensa y, con base en eso, darle una explicación clara y breve; ya que la propia ansiedad que genera el tema en el adulto puede dar lugar a que éste dé más información de la que el niño puede entender. También la edad nos permite decidir la conveniencia de utilizar ciertas metáforas; los niños pequeños suelen tomar las explicaciones de forma concreta, por lo que mencionar que una persona está “descansando” o “en el cielo” puede generar cierta confusión.

Otro aspecto a tomar en cuenta es el estado emocional de los padres al abordar el tema con el niño. Cuando los padres se encuentran abrumados, es probable que el niño acabe avasallado por sus propias emociones y las de sus padres; en esa circunstancia es mejor pedir ayuda. Es de gran importancia que el tema pueda abordarse de forma tranquila, sin negar las emociones que genera en los adultos. Al mismo tiempo, el niño debe poder percibir que dichas emociones son válidas y se pueden manejar. Cuando un niño le pregunta a sus padres “¿Estás triste? ¿Has llorado por esto que pasó?” vale la pena validar las emociones que han surgido, el niño entonces podrá darse cuenta de que se puede sentir así y que es manejable.

Los niños tienen diversas reacciones al afrontar la muerte de alguien. Hay que estar atentos a cambios que nos indiquen que conviene buscar ayuda terapéutica, por ejemplo, enfermedades recurrentes o alteraciones significativas en sus patrones de sueño y alimentación, por mencionar algunas.

Bibliografía

Bion, W. R. (1977). “Una teoría del pensamiento”. En Volviendo a Pensar. Buenos Aires: Hormé.

Mannoni, M. (1965). La primera entrevista con el psicoanalista. Buenos Aires: Gedisa.

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