Por Conrado Zuliani

1920 constituye un parteaguas en la teoría y la clínica psicoanalítica. La hipótesis freudiana de la pulsión de muerte, una idea controversial para el grupo de discípulos de Freud, intenta dar cuenta de lo demoníaco de la compulsión a la repetición. Sin embargo, va más allá: la idea de trauma como aquello desligado, arrojado fuera de sentido, y que insiste compulsivamente, habilita un nuevo campo en la experiencia clínica. Ya no se tratará solamente de develar mediante la interpretación lo reprimido, sino de aquello que excede el trabajo clásico de la represión y sus formas de retorno. Más acá o más allá de la represión, se tratará del destino en la vida del sujeto de aquello que no ha encontrado oportunidad de inscripción posible. ¿Qué lugar encontrará entonces en la clínica aquello que no ha tenido lugar? Por otra parte, Freud, y luego Klein y Lacan, comprendieron, cada quién a su modo, que lo esencialmente traumático es la pulsión, verdadera exigencia del trabajo impuesta al psiquismo: esfuerzo por representar.

La desmentida, la escisión, la disociación, la proyección y la identificación proyectiva serán el testimonio de otros modos, distintos a la represión, de vérselas con el dolor. Más allá del síntoma, del trabajo del sueño, de la fantasía y del chiste, lo que primará será la acción como modo de “evacuar” (ya no de elaborar) las cantidades pulsionales que devienen insoportables a causa de su imposibilidad de tramitación por la vía del fantasma.

El diálogo psicoanalítico Nuevas demandas en salud mental. El psicoanálisis en las fronteras propone recorrer diversos fenómenos clínicos en los que se juega un más allá de la neurosis. Es decir, esto comprende lo que podríamos denominar “nuevas demandas en salud mental”: adicciones, bulimias, anorexias, enfermedades psicosomáticas, pasajes al acto o acting out. Por lo tanto, exploraremos las fronteras de lo psíquico y del método analítico que las cuestionan y ponen a prueba.