El niño y la escuela

Por Michelle Aymes

La curiosidad por conocer es algo que desde edades tempranas puede fomentarse y desarrollarse. Los niños pequeños exploran el mundo observando; al gatear y al empezar a caminar van descubriendo lo que les gusta, lo que les desagrada, lo que puede ser peligroso para ellos. Crean juegos y miran que las cosas pueden entrar y salir, por ejemplo, de una caja o los juguetes que van y regresan, aparecen y desaparecen.

Los niños más pequeños disfrutan mucho de juegos como las escondidillas y el “peek-a-boo”, pues de esta forma van elaborando la ausencia y la presencia de la madre. Pasarán de un pensamiento concreto a uno abstracto, ya que en el proceso, el niño aprenderá que aunque la madre no esté, puede sentirse tranquilo porque más tarde ella regresará. Una niña de un año y medio miraba una caricatura donde un oso perdía su globo; ella empezó a llorar con angustia diciendo: “regresa globo, regresa”. Probablemente ese globo representa a la madre y su temor a que no regrese, puesto en un objeto concreto.

Al entrar por primera vez al colegio, el niño tendrá que lidiar con varias ansiedades, como la separación de sus padres. Además de sentir temor de que no vuelvan, el niño tendrá que aguantar que sus padres se ocupen de otras cosas además de él y que las atenciones y el tiempo que le dedicaban cuando era bebé han cambiado. Éste, entre otras cosas, es el motivo por el que algunos niños tienen regresiones a etapas más primitivas, tanto en sus emociones como en su aprendizaje.

Los niños comienzan por hacer juegos solitarios para después pasar a los colaborativos, formando grupos con otros compañeros y estableciendo vínculos más estables e íntimos. Por ello, en un principio les cuesta compartir o intercambiar juegos y materiales escolares. La percepción de los compañeros de clase varía continuamente; es común que manifiesten sentimientos ambivalentes hacia otro niño, percibiéndolo a ratos como alguien malo y en otros como su amigo inseparable.

Posteriormente, los niños empiezan a experimentar mucha curiosidad por las cosas que pasan alrededor de ellos y disfrutan de los experimentos en su clase de ciencias. Continuamente hacen preguntas para explicarse fenómenos, cuestionándose por qué el cielo es azul o por qué las mariposas vuelan, por ejemplo.

La figura del maestro es fundamental, ya que se transfieren emociones y formas de relaciones pasadas, principalmente con los padres. En preescolar, es común que los niños se enamoren de la maestra, demandando su tiempo y su cariño. Están en constante rivalidad con los compañeros, tal como sería con un hermano y su madre. Los niños de esta edad disfrutan haciendo torres más grandes que los demás o demostrando los nuevos aprendizajes que han adquirido y la independencia con que pueden ejecutarlos.

Una niña de cuatro años que acababa de tener un hermano experimentaba fuertes sentimientos de enojo y celos: en el colegio peleaba por ser la favorita de sus amigas, armando una pareja y dejando a un lado a otras compañeras; en el recreo entraba en conflictos, ya que siempre quería elegir el papel de la mamá que se encargaba de cambiarle los pañales al bebé; demandaba la atención de la maestra pidiéndole ser su ayudante en las tareas escolares, esto le permitía identificarse con la mamá y ocupar el lugar de la que cuida, dejando de lado los sentimientos de exclusión que sentía al ver que la madre se ocupaba del recién nacido.

Los niños que se agrandan, que regañan a otros compañeros, niegan los sentimientos de mayor vulnerabilidad y el lugar que les toca en la familia. El lugar de niño en ocasiones les molesta, pues tienen que asumir que los adultos ponen las normas y toman decisiones. Por lo anterior, el pequeño disfruta de los juegos de roles como el de la escuela o la casita, regañando a sus muñecos, poniéndose los tacones de mamá o tomando las herramienta que papá utiliza. Será importante dejarle claro cuál es el lugar que ocupa en la escuela y la familia. Además, el pequeño se identificará con sus padres e irá incorporando las normas que en el colegio y la casa le han enseñado, haciendo una discriminación de lo bueno y malo.

Al entrar a la primaria, la lectoescritura ocupará un lugar primordial en el aprendizaje del niño, ya que establecerá nuevos modos de relación con sus padres y el mundo, en general. En esta etapa habrá una mayor distinción entre la realidad y el juego, interesándose en temas como el de la justicia, el bien y el mal. Los juegos de reglas serán sus favoritos, experimentando triunfo al ganar o frustración al perder y al sentirse en desventaja con otros competidores. Se interesará por coleccionar e intercambiar diversos objetos, desarrollando habilidades de negociación y pertenencia en sus grupos de pares. Los temas ambientales serán de interés y curiosidad en los años más avanzados de la primaria. Las actividades físicas permitirán canalizar y reprimir aquellos impulsos que a veces son difíciles de manejar.

El desarrollo emocional y el aprendizaje se llevarán a cabo de diferente manera en cada individuo, sin embargo, es indispensable conocer las etapas por las que un alumno está pasando y diferenciar cuándo existen aspectos que van más allá de lo esperado para su edad.

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