¿Quién fue Donald Winnicott?

Por Michelle Aymes

Donald Winnicott (1896-1971), psicoanalista inglés, se formó inicialmente como pediatra. La influencia de su análisis personal y las observaciones que hizo con sus pequeños pacientes sustentaron su interés por el psicoanálisis y contribuyeron al desarrollo de sus teorías. Gracias a sus ideas originales y novedosas, es un analista que hoy en día tiene un peso importante en el psicoanálisis.

Sus teorías se basan en la premisa de que los principales conflictos psíquicos se deben a fallas ambientales, es decir, a los déficits en los cuidados ejercidos por la madre ante las necesidades de su bebé. Es por esto que, para Winnicott, el desarrollo temprano es primordial, aspecto que comparte con Melanie Klein y respecto del cual se distancia de Freud.

Estos principios teóricos fueron determinantes para la creación de su técnica, en la cual propicia en el análisis un ambiente emocional cálido y favorable para sus pacientes. Por ello no es poco frecuente escuchar a colegas o pensar uno mismo a Winnicott como una persona amorosa y con gran empatía hacia los demás.

Por el contrario, habrá quienes pensarán en cierta ingenuidad que Winnicott plasma ante la idea de corregir estos déficits tempranos a partir de un “nuevo comienzo”, pues cree que se le podría brindar al paciente una segunda oportunidad para corregir estas fallas tempranas, lo cual se obtendría por medio de un sostenimiento “suficientemente bueno” a través del vínculo y el encuadre analítico. Así como ante los primeros periodos de vida, el analista tendría que ser sensible y receptivo ante las necesidades que va teniendo el paciente, aspecto interesante y digno de cuestionarse.

Winnicott piensa que el bebé nace con un monto de agresión, el cual expresa a través de diferentes conductas. Cuando la madre responde con amor ante estas conductas primitivas de agresión, el niño puede entender que no la ha destruido y que es un ser separado de ella, y así más adelante aceptar la responsabilidad que tiene sobre estos sentimientos.

Además de aportar una valiosa mirada y comprensión a la estructuración psíquica del ser humano, sus teorizaciones permiten pensar en ciertos abordajes clínicos que realizó a partir del trabajo con pacientes graves. Winnicott utiliza aspectos técnicos no interpretativos en los que la comprensión empática e intuitiva del analista es primordial. Para este psicoanalista uno tendría que esperar y no interpretar de inmediato, sino dejar que el paciente mismo descubra su creatividad en el espacio analítico, dando lugar al juego y la creación.

Para Winnicott, el bebé nace indefenso y desorganizado, pero también con una tendencia al desarrollo; sin embargo, será determinante que la madre le brinde un soporte adecuado para que estas condiciones innatas se desarrollen óptimamente. Si hay un fracaso en la función de sostenimiento, se encontrarán fallas o déficits significativos en el psiquismo de ese individuo.

El concepto de sostenimiento o “holding” no sólo tiene que ver con características físicas (cargar al bebé, arrullarlo, regular su temperatura, etc.), sino también con funciones psicológicas que la madre ejercerá para que ese bebé, el cual percibe los estímulos exteriores como amenazantes para su integridad física y su sobrevivencia, pueda sentirse más tranquilo e integrado. A esto que hace la madre Winnicott lo llama “un acto de amor”, el cual consiste en sensibilizarse e identificarse con las necesidades de su bebé.

Los llantos de un recién nacido suelen ser desgarradores, pues transmiten el estado de desintegración que está viviendo; la madre, al satisfacer sus necesidades de sueño, alimento, frío o dolor, alivia este sentimiento tan amenazante. Una madre que se conecta con su bebé no esperará mucho tiempo para calmar el llanto de su hijo recién nacido, cuestión que irá cambiando a lo largo de su crecimiento, cuando esté pueda tolerar un poco más la espera a la satisfacción de sus necesidades.

Por lo anterior, vemos a las madres al final del embarazo y en los primeros meses de vida de su bebé absortas totalmente en el cuidado de éste, pues no existe para ellas nada más en el mundo que atender. Cuando la mamá no provee la protección y sostén necesario al bebé, éste la percibirá como una falla ambiental significativa, por lo que reemplazará esta protección que le falta con una fabricada por él, a partir de lo cual surgirá el falso self. Esto provocará en el sujeto un sentimiento de irrealidad, de poca autenticidad y vitalidad.

El falso self tiene como función ocultar y proteger al ser verdadero, es por ello que la persona forma una especie de caparazón o coraza que hace que emerjan finalmente sentimientos de futilidad. En la patología, este ser falso se vive como lo real en su personalidad. Sin embargo, en los casos más próximos a la salud, este falso self protege, sin reemplazarlo, al verdadero, y hace que el individuo pueda insertarse en la sociedad, lo cual resulta imposible si sólo se tiene un verdadero self. Él lo llama “no llevar el corazón en mano”, ya que en el desarrollo normal el falso self funciona como algo socialmente adaptable, pues tiene que ver con la cortesía y la “buena educación”.

En casos en los que la madre no es capaz de adaptarse a las necesidades del niño, éste se ve obligado a crear su propia realidad y a ser sumiso, lo que hace que, más que ser espontáneo, imite conductas, con esto podemos pensar que el falso self es una defensa contra lo inconcebible.

Por el contrario, cuando se da una identificación con la madre, se crea el verdadero self, el cual es capaz de crear y de ser sentido como real, que es la experiencia de estar vivo. Un ejemplo de esta identificación es cuando el niño imita algún gesto o sonido que la madre hace, o el ejemplo que pone Winnicott en el que el bebé mete su dedo a la boca de la madre al tiempo que es alimentado por ella.

¿Qué son los objetos transicionales?

Los fenómenos y objetos transicionales son un concepto fundamental en la teoría winnicotiana. Por objeto transicional se refiere a los objetos que constituyen “la primera posesión no-yo”, de tal forma que gracias a ese objeto el niño podrá ir discriminando lo que forma parte del cuerpo y lo que no, lo que pertenece al mundo externo o interno, aspecto que anteriormente no distinguía ante la dependencia absoluta que tenía con la madre.

El niño toma total control de este objeto, el cual sobrevive a sentimientos agresivos. Este objeto puede ser una almohada, una manta, un muñeco o juguete, el cual debe tener cualidades específicas, como ser un objeto que se puede controlar, tener siempre a la mano y que sobreviva a todo tipo de agresión (por eso vemos a los niños que no permiten que ese objeto se lave o tenga modificación alguna). Estos atributos a su vez harán que el niño empiece a crear, imaginar y simbolizar.

Una vez que este objeto permite al niño instaurar un objeto bueno en su interior, el objeto en concreto ya no será necesario, pues el niño a partir de estas experiencias irá construyendo su propia autonomía.

Otra de las funciones del objeto transicional es la elaboración de los sentimientos de pérdida frente a la separación de la madre. Una niña de aproximadamente 2 años de edad que por vez primera ingresó a la guardería llevaba consigo a todas partes la mochila que traía todos los días de su casa. En ocasiones las cuidadoras intentaban convencerla de dejarla para poder jugar y hacer sus actividades del día a día. Cuando esto ocurría, la niña entraba en un estado intenso de angustia, se descomponía a tal grado de llorar sin consuelo alguno. De a poco, está niña fue dejando este objeto hasta llegar a prescindir de él.

Otro ejemplo que pude mirar en un salón de preescolar llamó mi atención y me hizo pensar en aquellos niños que pueden interiorizar la presencia de la madre, aunque ella no esté, y los que se encuentran con mayor dificultad para hacerlo. Un niño lloraba frecuentemente porque quería a su madre; en repetidas ocasiones en las que se involucraba una pérdida (si se perdía su globo o algún juguete) irrumpía en un llanto desconsolado. Un día, lleno de angustia, pedía que la madre estuviera ahí, al lado de él. Una niña de su misma edad respondió con genialidad de la siguiente forma: “no tienes que llorar por tu mamá, ella no tiene que venir porque ella está en tu corazón”.

¿Cómo influye la función materna en la psicopatología del individuo?

Para Winnicott, la madre hace que el bebé se sienta integrado y comprenda que es un ser distinto del medio que lo rodea. Ella comprende lo que el bebé quiere expresar, interpreta su necesitad y se la devuelve gratificándolo.

La madre provee a su bebé elementos de la realidad que le permiten al pequeño construir una imagen de sí mismo. Por ejemplo, cuando tiene hambre, el bebé puede alucinar que recibe el alimento chupándose el dedo, hasta que la madre le brinda el pecho y sacia su necesidad en la realidad, lo cual lo lleva a creer en la ilusión de que él mismo ha creado el pecho. Más tarde, las frustraciones que el bebé experimentará al no recibir el alimento de inmediato lo llevarán a entender que es un ser separado de la madre, con lo cual se acercará a la realidad y a su propia subjetividad.

Para Winnicott, los quiebres psicóticos se deben a una regresión a estas etapas tempranas del desarrollo, que se caracterizan por la desintegración; así, tanto niños como adultos pueden tener periodos de desintegración al enfrentarse a situaciones complejas y problemas emocionales intensos en los que la mente se siente rebasada.

María, de 8 años de edad, llegó conmigo a consulta por importantes dificultades en la socialización y el aprendizaje. Cuando María nació ocurrieron diferentes eventos desafortunados que dejaron a su madre deprimida y con dificultades para cuidarla.

En el transcurso del tratamiento, María ha experimentado (en diversas ocasiones) estados de desintegración importantes, en los que, por ejemplo, empieza a hablar cosas que se confunden y yo no comprendo lo que quiere decirme, o presenta un alto grado de ansiedad que la paraliza y le impide pensar.

En ocasiones ha llegado al consultorio con gorros o vestidos que parecen de una señora, hablando como una persona de más edad; más que un juego, parece una máscara que ella vive como real. En repetidas ocasiones, su juego favorito en las sesiones era el de las escondidillas, también el de tirarse desde un sillón donde mi función principal era sostenerla al caer.

Frecuentemente mi sensación con esta paciente es la de tener que estar atenta a las necesidades que va requiriendo, como, por ejemplo, en las veces que se queda profundamente dormida y yo tengo la sensación de velar el sueño de un bebé. En una sesión, la paciente, al escucharme hablar, me dijo: “es como si tu voz fuera una canción de cuna”, y se quedó profundamente dormida.

 

Referencias

Bleichmar, N. y Leiberman, C. (1989). El psicoanálisis después de Freud. Teoría y clínica (pp. 261-285). México: Paidós, 2001.

Winnicot, D. W. (1951). Objetos y fenómenos transicionales. Estudio de la primera posesión no yo. En Escritos de Pediatría y Psicoanálisis. Barcelona: Laia, 1979.

Winnicott, D. W. (1960). La teoría de la relación paterno-filial. En El proceso de maduración en el niño. Barcelona: Laia, 1975.

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