Conflictos y síntomas psicológicos, ¿qué terapia elegir?

Artículo del Taller del 29 de agosto y 5 de septiembre de 2015

Por Gabriel Espíndola

 

El psicoanálisis es un método vigente que cuenta con más de cien años de historia. Se trata de una herramienta que no encuentra comparación cuando de la exploración de la mente humana y las emociones se trata. Como toda metodología, el psicoanálisis requiere ciertas condiciones para su aplicación. Freud en sus escritos técnicos de la segunda década del siglo XX estipuló las condiciones mínimas para el mismo, considerando ciertas expectativas de trabajo para el paciente y otras para el analista.

Al paciente se le solicita hablar de lo primero que pase por su mente, sin considerar restricción alguna; este requisito no es más que un ejercicio de sinceridad. También le pedimos que asista a una hora regular, en días consecutivos durante la semana (en el caso de Freud de lunes a sábado con descanso el domingo), que nos relate sus sueños y ocurrencias sobre los mismos. Todo esto en un clima de intimidad y confidencialidad que el analista resguarda.

Para el analista la obligación es recíproca: mientras el paciente intenta ser sincero, él permanece atento, neutral y comprensivo. Esto quiere decir que acompaña al otro en su discurso sin emitir juicios personales. A través de esta escucha construye hipótesis que enuncia como interpretaciones de posibles significados inconcientes, presentes en el relato y asociaciones del paciente. La escucha con estas características es llamada también actitud analítica y constituye la esencia del método que practicamos.

La actitud del analista sostiene su encuadre, esto es, las condiciones necesarias para el trabajo terapéutico. En él se estructura un campo de trabajo con materiales emocionales muy delicados que denominamos “transferencia-contratransferencia” y que no son otra cosa que la relación que habrá de sostener el analista con su paciente, misma que permitirá la expresión de la estructura psíquica de quien consulta y que resonará en la mente del analista. Este campo es el material de trabajo para la solución y descubrimiento del conflicto interno.

Como hemos dicho, el método tiene sus cláusulas y limitaciones. Freud consideró que no era viable para todos los pacientes: primero, limitó las llamadas “neurosis actuales”, por considerar el síntoma como carente de conflicto psíquico y asumir el problema como una relación directa de descarga libido-soma. Después, y conforme avanzó en la comprensión de la mente humana –particularmente en los aspectos agresivos de la misma–, dejó fuera a las “neurosis narcisistas” (a las que hoy denominamos psicosis) por considerarlas incompatibles con el método al no disponer de energía libidinal dirigida a los objetos y, en consecuencia, por estar imposibilitadas para hacer una relación significativa con el otro. Paulatinamente, restringió el campo clínico exclusivamente a las psiconeurosis de transferencia y asumió con modestia las limitaciones del método ante la complejidad de la mente humana.

Los autores posteriores a Freud abrieron –o reabrieron– el campo clínico y aparecieron en el consultorio los niños, los pacientes psicóticos, las patologías del carácter, los trastornos borderline o fronterizos, la psicosomatosis, la psicosis simbiótica y otros. La apertura de estos segmentos clínicos se desprendió de la experiencia y la conformación de nuevas teorías, siempre con resultados de todo tipo: algunos muy buenos, otros inciertos o hasta desastrosos.

Consecuencia de esta exploración de la psicopatología y sus diversas manifestaciones, fue la aparición de variaciones o modificaciones en el método para atender a un mayor número de personas, muchas veces en escenarios diversos como hospitales, clínicas, centros de salud, grupos y el consultorio privado. A estas modificaciones se les denominó “psicoterapia psicoanalítica”.

Hoy en día se aplica más la psicoterapia que el psicoanálisis por diversas razones. La más habitual se asocia con el diagnóstico del paciente y su capacidad para tolerar o no el método clásico, también llamado por algunos “cura tipo”. Si el paciente no lo sobrelleva, entonces se sugieren algunas variantes en el encuadre que le permitan trabajar de mejor manera. Algunas de las modificaciones más comunes tienen que ver con el uso del diván o colocarse frente a frente, la frecuencia de las sesiones durante la semana, la duración de algunas sesiones, la participación de otros especialistas como médicos y psiquiatras, que contribuyan con cuidados a la salud y la contención de algunos síntomas mediante estrategias farmacológicas.

La decisión sobre el tipo de tratamiento no recae únicamente en el diagnóstico, hay otras variables en juego: la capacidad del analista para soportar las emociones del paciente, la formación del terapeuta, así como sus teorías, supervisión y análisis personal, la cultura e identidad de ambos, los objetivos y el contexto de un tratamiento, la capacidad del paciente para la introspección y su tolerancia a la frustración. Todos estos elementos deben ser considerados cuando el terapeuta decide el tratamiento a seguir.

Existen muchos tipos de psicoterapias –humanistas, conductuales, intervención en crisis, breves y focalizadas–, todas ellas plantean objetivos que habrán de desprenderse del marco teórico que las respalda. Sin embargo, la psicoterapia psicoanalítica plantea diferencias fundamentales con cada una de ellas, así como una profundidad distinta e incomparable.

La mayor parte de las psicoterapias buscan el abatimiento sintomático y la contención de la angustia. Las estrategias son diversas y pueden ser introspectivas o directivas. La peculiaridad de la psicoterapia psicoanalítica es que se orienta a esos dos objetivos preliminares, para desembocar en la exploración de la estructura psíquica de las personas desde una perspectiva inconciente. Por otro lado, si bien la sugestión participa en todo tratamiento, la psicoterapia psicoanalítica no depende enteramente de ella, sino que la toma en sus manos mediante el vínculo en la transferencia y muestra al paciente la manera como funciona dentro de su mente y en su experiencia cotidiana.

Es importante entender que la psicoterapia psicoanalítica trabaja con los síntomas, contiene la angustia, pero no se detiene ahí: busca enriquecer a la persona con el conocimiento de su mundo interno mediante la descripción del escenario psíquico y la forma en que éste llena de sentido la realidad externa.

Muchos son los tipos de pacientes que atendemos actualmente y la estrategia terapéutica debe ser elegida según cada caso, pero siempre tomando como referencia el psicoanálisis clásico. A partir de ese punto, estiramos la liga de acuerdo al paciente que nos consulta – en mi opinión, lo menos posible será mejor–. Muchas veces realizamos modificaciones al encuadre, no por la conflictiva del paciente, sino por la falta de experiencia del terapeuta o por sus carencias en la formación (teoría, análisis personal y supervisión). Una preparación sólida elimina muchos de los argumentos relacionados con las variantes y permite elegirlas adecuadamente en beneficio de la persona que consulta.

Algunos analistas consideran que la profundidad de un proceso analítico no depende del encuadre y, en cierto sentido, tienen razón. Existen tratamientos de cuatro sesiones por semana en diván que se detienen por tiempo ilimitado, sin progreso, en un impasse; hay otros, frente a frente, a dos sesiones, que son prometedores y que avanzan en la exploración de los conflictos internos. Sin embargo, muchas psicoterapias podrían ser, en su lugar, un psicoanálisis de enorme beneficio para el paciente, pero se circunscriben a psicoterapia por razones que no son necesariamente clínicas.

Si bien sabemos que una gran cirugía de corazón abierto debe realizarse en un espacio debidamente preparado para cualquier contingencia y con las medidas profilácticas pertinentes, debido a alguna emergencia puede llegar a practicarse en un hospital que no tiene las mejores condiciones para ello y, considerando la situación, debe catalogarse como un trabajo exitoso.  Así también, el método clásico ofrece las mejores condiciones de trabajo, mas no siempre es posible hacer un análisis y las razones son diversas, aunque no tantas como muchos terapeutas argumentan (distancia, honorarios, ocupaciones del paciente, tráfico, vida cotidiana), pues muchas de estas condiciones deberían ser entendidas como parte del mundo interno del paciente y del terapeuta, no como la realidad en sí misma.

Este taller se llevará a cabo en las siguientes fechas y ubicaciones:

 

Plantel Norte, sábado 29 de agosto de 2015

Plantel Sur, sábado 5 de septiembre de 2015

Horario: 10:00 a 13:00 hrs.

Cuota de recuperación: $150

Imparte: Gabriel Espíndola

 

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