La simbolización

Por Gisel Lifshitz

Los símbolos son la representación de una cosa. Las personas buscamos expresar diferentes elementos de nuestra vida afectiva e intelectual por medios simbólicos como son los sueños, los juegos, el arte y el lenguaje. Por esta razón, la simbolización es un concepto fundamental para el psicoanálisis, en tanto que remite directamente a los fenómenos del psiquismo humano.

Por ejemplo, desde los primeros meses del bebé, los objetos (o juguetes) funcionan como símbolos: un niño puede usar una cobijita para ocultarse y después aparecer frente a los ojos de su madre. El juego tiene un significado: “Temo que mamá se aleje, de manera que yo controlo cuándo verla y cuándo desaparecerla”. Freud compara los juegos de un niño que crea un mundo propio con el poeta que en sus obras despliega un mundo de fantasía a partir de sus emociones.

Siguiendo a Hanna Segal, vemos cómo un pequeño puede representar a su madre por medio de un objeto –un muñeco, por ejemplo–, de manera que la evoca y se adueña de ella porque su ausencia le produce dolor y ansiedad. Aquí el sentido de realidad es importante: el niño sabe que el muñeco representa a su madre, pero que ella en verdad está, digamos, en el trabajo.

Freud en La interpretación de los sueños (1900) reconoce la existencia de los símbolos y de nuestra capacidad para representar elementos que no se encuentran presentes, como cuando un pequeño dice “mamá”: con esta palabra invoca a su madre. Más allá, el autor propone que los sueños son una herramienta con la cual la mente encubre algo y, al mismo tiempo, lo revela. La labor del psicoanálisis es descubrir y entender sus significados.

Meltzer consideraba al sueño como una forma de pensamiento simbólico producto de una mente formadora de metáforas. Al hablar de pensamiento simbólico no nos referimos al intelecto, es decir, a ser muy hábil en matemáticas o a tener una excelente memoria, sino que tiene que estar conectado con las experiencias emocionales que vivimos todos los seres humanos, sobre todo dentro de nuestras relaciones afectivas. Pero, ¿cómo se genera este tipo de pensamiento?

Melanie Klein pensaba que para desarrollar la capacidad simbólica es necesario poder tolerar ciertas cantidades de angustia. Bion, siguiendo a Klein, continúa la idea que toma como base la relación del bebé con el pecho materno: el pequeño siente hambre y es alimentado, esta experiencia es el primer momento que le produce tranquilidad: el pecho lo calma. Entonces, buscará repetir esa sensación de gratificación, plenitud y confort. A la siguiente vez que busque el pecho, podrá percibirlo de formas diferentes (temperatura, sabor, olor etc.), ya que no hay un momento en la vida que se reproduzca de manera exactamente igual al anterior.

Incluso, el pecho puede no llegar. Para el bebé surgirá algo nuevo, lidiar con la frustración, y tendrá dos posibilidades, evadirla o modificarla. La evasión contribuye a la patología; en cambio, tolerar y hacer uso de la creatividad conducen al pensamiento simbólico. El niño deberá enfrentarse al dolor y a la frustración que la ausencia le produce y se verá en la necesidad de encontrar formas creativas para digerir las emociones que lo invaden, consiguiendo esperar a que mamá vuelva.

Bion destaca también el papel de la madre para el desarrollo de la capacidad de pensamiento del niño. Ella debe ayudar a poner orden en las emociones que el pequeño padece desde el momento de nacer. Servirá de soporte y modelo para que pueda pensar y digerir los sentimientos que lo impactan, al recibir la comunicación de sus necesidades. Por ejemplo, muchas mujeres saben distinguir cuándo su hijo llora porque tiene hambre, porque está mojado o porque le duele el estómago y actúan en consecuencia (le dan de comer, lo cambian, lo calman, etc.). Esta facultad materna de contención ayuda al bebé a crear poco a poco una similar dentro de su mente.

El psicoanálisis considera que un individuo con capacidad de simbolización es alguien con mejor salud mental y mayor evolución psíquica, ya que simbolizar tiene que ver con la creatividad, la fantasía y la aptitud para estar en contacto con las propias emociones. En cambio, las personas que carecen de esta facultad tienden a ser más propensas a enfermedades físicas y mentales.

Una psique capaz de simbolizar logra recuperarse más fácilmente de circunstancias dolorosas o adversas; puede incluso experimentar una aflicción profunda y reestablecer después el equilibrio de su salud mental.

Referencias bibliográficas

Bion, W. (1997). Aprendiendo de la experiencia. Buenos Aires: Paidós.

Freud, S. (1900). “La interpretación de los sueños”. En Obras completas, Tomo IV. Buenos Aires: Amorrortu, 1975.

Klein, M. (2009). “Importancia de la formación de símbolos en el desarrollo del yo”. En Obras Completas, Vol II. México: Paidós.

Meltzer, D. (1984). Vida onírica. Madrid: Tecnipublicaciones.

Segal, H. (1989). Un enfoque kleniano de la práctica clínica. Buenos Aires: Amorrortu.

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