La psicopatología a la luz del psicoanálisis contemporáneo

Por Elena Ortiz

Uno de los intereses principales dentro del Doctorado en Clínica Psicoanalítica del Centro Eleia es estudiar, conocer a fondo y aprender a utilizar en la práctica clínica los conceptos y recursos de intervención que la teoría psicoanalítica contemporánea ofrece con relación a la psicopatología. Los denominados ‘trastornos no neuróticos’ incluyen una gama de patologías donde se incluyen personalidades fronterizas, problemas psicosomáticos, ciertos trastornos de la sexualidad, pacientes con trastornos impulsivos y algunas clases de depresión, entre otros.

Las propuestas metapsicológicas tradicionales se repiensan y cuestionan a la luz de nuevas formas de comprensión clínica. Frente a esto, hay posiciones que descartan las nociones previas y sugieren una modificación en la clínica y la técnica. Otras buscan los puntos de coincidencia y correlación, sin prescindir de conceptos valiosos y veteranos, que no pierden su vigencia. Esta última postura coincide con la manera de comprender la psicopatología en el Centro Eleia.

Uno de los conceptos tradicionales y centrales para entender la mente en el psicoanálisis clásico es el del conflicto psíquico. El psiquismo funciona motivado por las exigencias contradictorias que en él intervienen: las formaciones sintomáticas, trastornos de conducta, perturbaciones de carácter, así como los actos fallidos, recuerdos encubridores, lapsus y sueños, son producto de la expresión simbólica de estas fuerzas en oposición. El conflicto constituye la fórmula inicial mediante la cual el psicoanálisis se aproxima al estudio de la mente. Dentro del pensamiento freudiano hay distintas categorías de conflicto, que son ampliadas por los pensadores posteriores a Freud. En la teoría del conflicto, la finalidad clínica consiste en descifrar los elementos que lo conforman. La modificación psíquica depende en gran medida de la posibilidad de dilucidar los sentidos ocultos y presentes en las luchas al interior del aparato mental. El conflicto es constitutivo en el ser humano. Desde la óptica de esta noción, el objetivo del análisis se concentra en desentrañar los sentidos ocultos que lo constituyen. El analista explora los síntomas, que son la expresión simbólica del conflicto psíquico y cuyas raíces están en la historia infantil del sujeto.

En la historia del psicoanálisis este concepto se hace complejo y se expande. Klein, por ejemplo, enriquece la propuesta freudiana del conflicto al ampliar la dimensión pulsional. Para su escuela, la lucha fundamental es la que sostienen los afectos derivados de la pulsión; los avatares entre el amor y el odio serán el eje de la configuración patológica o la salud mental.

Asimismo, a partir del desarrollo de las corrientes que abordan la identificación como un tema central ‒o las imagos que conforman el self‒, surge un nuevo nivel de conflicto: aquel que tiene lugar al interior de la identidad. Éste es un tema clínico en boga. Por ejemplo, una mujer recurre en busca de ayuda terapéutica por la sensación de incomodidad y enfado que le produce haber suspendido una brillante carrera para dedicarse de tiempo completo a su familia. Observamos la lucha de dos referentes identificatorios dentro de su mente: la mujer profesionista exitosa vs la madre. La renuncia a cualquiera de estos aspectos propios provoca una sensación de mutilación.

En la actualidad, los cuestionamientos arrojados por el trabajo clínico con pacientes graves dan lugar a las teorías cuyo referente explicativo central es el déficit, no el conflicto. Las concepciones de la mente y del desarrollo psíquico se modifican y esto a su vez genera cambios fundamentales en la técnica. El psicoanálisis contemporáneo investiga patologías donde el despliegue del funcionamiento simbólico se ve impedido, a diferencia de las personalidades predominantemente neuróticas. La exploración se dirige a valorar la capacidad para procesar las experiencias emocionales, dotar de significado a la vida mental y construir sueños que tramitan sentidos mentales… Nuevos objetivos frente a los que el modelo tradicional de conflicto se muestra insuficiente.

Términos como déficit simbólico o estructural aparecen como referencia y se dirigen a subrayar las lagunas en la construcción del psiquismo. Una de las ideas que en este sentido quedan cada vez más claras es que la edificación de la mente está profundamente entrelazada con las relaciones tempranas, es decir, con el desarrollo de los primeros meses y años de la vida. La capacidad para pensar y la constitución del aparato de pensamiento se unen a la cualidad de las relaciones tempranas. La teoría de los afectos queda ligada a la del pensamiento, a la producción simbólica. También, se entiende que la articulación entre el afecto y la representación, que constituye la base de los procesos de simbolización, en ciertos estados mentales aparecen desligados. Los procesos de elaboración se ven truncados, los afectos se encuentran desvinculados del pensamiento o ligados en forma caricaturesca debido a la especificidad con que se presentan. Estamos hablando de trastornos donde el proceso de pensar las experiencias emocionales está dañado.

Las consecuencias técnicas de estos desarrollos son centrales. No se trata de alterar el método psicoanalítico en sus fundamentos, sino de construir interpretaciones y recursos de intervención más precisos, meticulosos y agudos. El progreso mental de pacientes predominantemente no neuróticos, está más ligado a construir contenidos que a descifrarlos.

En el Doctorado, los primeros dos semestres de materias psicopatológicas se orientan en esta dirección. Nuestras materias de trastornos graves de la personalidad contemplan el estudio de las patologías llamadas limítrofes o fronterizas, trastornos psicosomáticos, alteraciones de la sexualidad, desórdenes impulsivos y antisociales, así como áreas y conformaciones psicóticas del carácter. Estos dos semestres constituyen un gran bloque donde cada patología es estudiada con sus particularidades y, simultáneamente, comprendida a la luz de los aportes contemporáneos aquí comentados. Un amplio espectro de escuelas y autores de distintas geografías estudian estas ideas.

Nos interesa mantener el valor de la pluralidad. Asimismo, pensamos que la teoría tiene que estar en un permanente ejercicio de diálogo con la práctica clínica. El desafío es enriquecerse de las teorías sin perder el asombro del material clínico, trabajar con una teoría y al mismo tiempo descubrir lo específico e inédito de la sesión. Este es el espíritu del Doctorado en Clínica Psicoanalítica del Centro Eleia.

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