La presencia del padre

Por Víctor H. Ruiz Franco

Para algunos psicoanalistas la influencia y peso que tiene el padre en la articulación mental del niño no ha sido justamente considerada. En algunas propuestas teóricas pasa inadvertida; en otras, queda circunscrita a la conflictiva edípica; o bien, se considera satelital o secundaria a la presencia de la madre.

Esta presencia ‘huidiza’ del padre, considera Joël Dor, es paradójica, ya que el padre y su función están siempre presentes en su dimensión simbólica y también en la real, “la función paterna constituye un epicentro crucial en la estructuración psíquica del sujeto”.

Para François Dolto, la díada madre-hijo, no excluye en absoluto la triangulación madre-padre-hijo, de la que el niño forma parte desde el momento de la concepción. “Es necesario que la madre le indique [al niño] lo importante que es para ella la voz y presencia del padre. Sin embargo, muchas madres consideran que ese hijo es solo de ellas y no hacen nada para que el padre entre en contacto con él. Muchas madres quedan capturadas por su actitud posesiva respecto del niño”.

“Esta articulación [madre-padre-hijo] se establece por experiencia vivida en el cuerpo: porque el niño recibe en su organismo la confirmación de su derecho a vivir mediante la plenitud que le aporta el seno rebosante de leche. Y si ve en compañía de otro a esa madre que la da el pecho, si ve que ella le remite a ese hombre y que a su vez este hombre le remite a su madre, entonces cuanto él recibe de la madre viene de la palabra del padre, todo ello hace patente el enriquecimiento de la vitalidad del niño: este se vigoriza porque el padre es el recurso afectivo de la madre, la cual referida a este pasa a ser el recurso afectivo de su hijo. Los tres son responsables, y cada uno lo es ya respecto de los otros.”

Pintura del estadounidense Harry Anderson

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