El habla y la escucha en el proceso psicoanalítico

Andrea Méndez

El proceso psicoanalítico implica el encuentro entre dos subjetividades, la del paciente y la del analista, dentro de un marco establecido y siempre constante. Es común escuchar a quienes piensan que el análisis consiste solamente en “ir a platicar” o “hablar sin parar”, dejando al terapeuta en el lugar de un amigo o un total silente; pero, en realidad, existe una técnica específica y reglas a seguir para poder desplegar el trabajo con el inconsciente del paciente.

Freud llegó a estas ideas a través de su trabajo con pacientes histéricas, quienes le enseñaron que ser escuchadas les permitía entender mejor lo que les pasaba y así poder liberarse de sus síntomas. Por ejemplo, Anna O., la famosa paciente atendida primero por Breuer y luego por Freud, hablaba de la “cura del habla”, se refería al tratamiento como una especie de “limpieza de chimenea”. Emmy von N. le ayudó a Freud a desligarse de Breuer y del método hipnótico, empezando la técnica de “asociación libre”. Elisabeth von R. habló de “desenterrar una ciudad enterrada” (Gay, 1988).

Todas ellas le ayudaron a Freud a establecer la regla de oro, gracias a la cual podemos adentrarnos gradualmente en la mente del paciente. Son aspectos fundamentales para el trabajo analítico la asociación libre y la atención flotante. Retomando el diccionario de Laplanche y Pontalis (1994), la asociación libre es el método que consiste en expresar sin discriminación todos los pensamientos que vienen a la mente, ya sea a partir de un elemento dado o de forma espontánea; la atención flotante es la manera como, según Freud, el analista debe escuchar al analizado, sin dar más importancia a una parte del discurso, sino dejando funcionar lo más libremente posible su propia actividad inconsciente y suspendiendo las motivaciones que habitualmente dirigen su atención.

El valor de la escucha debe ir más allá de la recopilación de datos y de anécdotas del paciente. Debe permitir entender la forma en la que vive, cómo es que concibe su mundo y a sí mismo. Todos los pacientes nos cuentan historias, las cuales incluyen personajes, diálogos y escenarios que se entretejen en el mundo inconsciente y que podremos descubrir mediante los sueños y su discurso diario dentro de las sesiones.

La escucha psicoanalítica se refiere, por un lado, a guardar silencio para poder oír lo que cuenta el paciente, esto posible solamente callando nuestros prejuicios y deseos para poder escuchar lo que el paciente dice verbal y no verbalmente. En los silencios que hace, en los síntomas que trae, en la manera en que nos saluda o se despide podemos encontrar múltiples significados si aprendemos a leerlos.

¿Cómo escuchar al paciente? Maldonado (2015) plantea dos grupos de personas en el trabajo psicoanalítico. El primer grupo estaría integrado por los que desarrollan su trabajo clínico cotidiano desde sus teorías psicoanalíticas o formas de entender el sufrimiento de las personas; conociéndose y conociendo a los pacientes en un interjuego que permite aliviar el sufrimiento. Por otra parte, están los que desarrollan su trabajo clínico cotidiano, pero su actitud investigadora analítica, unida a su historia, sus características personales, su análisis, autoanálisis, su vida y los pacientes con quienes les toca trabajar, les permite desarrollar un nuevo tipo de escucha y de entender la experiencia clínica y el sufrimiento.

Chodorow (2012) explica en un artículo llamado “Escucha analítica y los cinco sentidos” que, como analistas, exploramos y usamos distintas modalidades sensoriales en la sesión. Ella comenta que durante las sesiones pone atención a la musicalidad del paciente, el ritmo, la voz, el timbre, si va más rápido o más lento dependiendo de lo que está sintiendo, pensando o diciendo. Así como al cuerpo, su tamaño, forma, postura, movimiento, olor, que también nos dicen mucho del paciente.

Este no es un tema nuevo, Meltzer ya había tocado previamente la idea de la musicalidad de la voz y también Winnicott había tratado sobre la creatividad del proceso psicoanalítico, tomando en cuenta la sesión analítica como el juego más elaborado del ser humano.

Meissner (2000) explica que no es lo mismo escuchar que oír; oír implica solamente a los oídos, lo sensorial, mientras que escuchar se hace con la mente. El analista oye el discurso del paciente, pero escucha intentando buscar significados. Las palabras son ambiguas, tal vez nunca se llegue a entender todo lo que significa, pero podemos acercamos dentro de un contexto que incluye distintas dimensiones de la relación analítica, como la transferencia y la contratransferencia.

Bibliografía 

Chodorow, N. J. (2012). Analytic Listening and the Five Senses: Introduction. J. Amer. Psychoanal. Assn., 60 (4): 747-758.

Freud, S. (1913). Sobre la iniciación del tratamiento. En Obras Completas, XII. Buenos Aires: Amorrortu.

Gay, P. (1988). Freud. Una vida de nuestro tiempo. Ed. Paidós.

Laplanche, J. y Pontalis, J. (1994). Diccionario de psicoanálisis. Barcelona: Paidós.

Maldonado, M. (2015).»Algunas reflexiones desde los orígenes de la escucha psicoanalítica, Congreso FLAPPSIP, Lima, Perú. Disponible en:

http://congreso.flappsip.com/viii/trabajos/algunas-reflexiones-desde-los-origenes-de-la-escucha-psicoanalitica/

Meissner, W. W. (2000). On Analytic Listening. Psychoanal Q., 69 (2): 317-367.

 

 

 

 

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