El encuadre en el tratamiento y las entrevistas iniciales

Por Andrea Méndez

 “Usted ha llegado tan lejos como le permite la ciencia terrestre. Pero ni sabe ni lo ha visto todo. Así que déjeme decirle, profesor, que no lamentará el tiempo que pase aquí. Viajará al país de las maravillas.

(Julio Verne, Veinte mil leguas de viaje submarino)

Como terapeutas, el proceso psicoanalítico nos permite conocer la mente, con sus deseos y motivaciones, así como adentrarnos a los niveles más profundos y desconocidos de la psique humana. Para hacerlo, se necesita un método y una especie de disposición que facilite la relación con el paciente, desde el primer contacto hasta el trabajo posterior. Para poder entender esto, pensemos en bucear: no es lo mismo nadar en la superficie del agua que adentrarnos en las profundidades del océano; aunque queramos conocer todo lo que éste alberga, es imposible hacerlo sin ayuda. En ese caso, necesitamos de un instructor, cuya experiencia nos orientará en nuestro viaje, además del equipo necesario para mirar de cerca a todas las criaturas que ahí habitan.

En la actualidad, el libro de Horacio Etchegoyen (2002) Los fundamentos de la técnica psicoanalítica es de gran ayuda para conocer los lineamientos de la técnica psicoanalítica, ya que hace un recorrido por distintos autores psicoanalíticos para explicarnos qué es el encuadre y cómo debemos hacer las entrevistas iniciales. El encuadre se compone de las condiciones asimétricas que nos permiten construir un modelo de relación para ser más conscientes de nuestra vida mental. A continuación, explico algunas diferencias entre el encuadre en las entrevistas y en el tratamiento, así como el uso del diván y de las interpretaciones.

Las entrevistas le sirven al paciente para ver cómo se siente con nosotros, pues si bien es cierto que se juegan muchas emociones inconscientes, es fundamental que esté cómodo con el terapeuta. Al mismo tiempo, a nosotros nos sirve para hacernos una idea de cómo es la persona que tenemos en frente. De este modo, no sólo formulamos un diagnóstico clínico, sino que evaluamos aspectos de su mente y determinamos si la persona es candidata a un tratamiento psicoanalítico (Ulriksen, 2002).

Las entrevistas nos permiten forjar un panorama general de la persona y decidir si podemos o no atenderla. Para ello se recomienda hacer dos entrevistas que no duren más de una hora y en las que la persona esté sentada frente a nosotros. El diván resulta útil una vez iniciado el tratamiento, pues le permite al paciente hablar de lo que tenga en mente sin enfocarse en nuestro gesto; sin embargo, para una entrevista, no le pedimos que se acueste, más bien conviene observar al paciente y las reacciones que acompañan el relato de su historia. De esa manera, también se le ayuda a sentirse acompañado y escuchado.

Otra diferencia importante es el uso de la interpretación, pues en la entrevista no se emplea porque aún no estamos dentro del marco del proceso analítico. En su lugar, hacemos exploraciones para indagar la capacidad de insight del paciente y su nivel de resistencia al tratamiento.

Después de las dos entrevistas, lo citamos para hacer una devolución, es decir, una especie de cierre donde le planteamos el inicio de un tratamiento o lo derivamos con alguien más. En el primer caso, se retoman los puntos de la historia que nos llamaron la atención, así como la razón por la que creemos que sería útil trabajarlos, y se explica la forma de trabajo, tomando en cuenta horario, honorarios, días de pago, entre otros. En el segundo caso, se le brinda el número de algún especialista, ya sea otro terapeuta o una institución, con quien consideremos sería más conveniente que se atendiera.

En caso de trabajar con niños, es fundamental que la primera entrevista sea solamente con los padres, pues necesitamos ver la dinámica entre ellos y que nos platiquen de su hijo. Posteriormente tenemos una hora de juego diagnóstico con el niño, y luego citamos a los padres, de nuevo sin el niño, para darles una devolución. A este último le explicaremos cómo vamos a trabajar en la primera sesión.

Con adolescentes menores de 15 años los lineamientos son los mismos: primero citamos a los padres, luego vemos al adolescente, y posteriormente, le damos devolución a los papás. Cuando son mayores de 15 años, primero los citamos a ellos y luego a los padres. Finalmente, si el paciente es mayor de 17 años, se recomienda verlo sólo a él, a menos que exista una situación específica que requiera la presencia de alguien más.

Es cierto que después de las entrevistas comprenderemos más al otro, pero es importante que este periodo inicial termine, de lo contrario, prolongaríamos su angustia e incertidumbre. Aunque conocer psicoanalíticamente a una persona implica construir versiones especializadas de ella mientras se analiza, en las sesiones, el terapeuta no dice tal cual lo que piensa o lo que siente respecto a lo que cuenta el paciente, sino escoge lo que pueda ayudarlo a entender mejor su situación (Shafer, 2003).

Fuentes consultadas:

  • Etchegoyen, (2005) Los fundamentos de la técnica psicoanalítica. Buenos Aires: Amorrortu.
  • Shafer, R. (2003) “Knowing Another Person Psychoanalytically” en Insight and Interpretation. The essential Tools of Psychoanalysis. NuevaYork: Other Press, pp.133-152.
  • Ulriksen, M. (2002) Construcción del encuadre en psicoanálisis de niños. Disponible en: http://www.apuruguay.org/revista_pdf/rup96/rup96-ulriksen.pdf
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