El bullying o acoso escolar

Por Gisel Lifshitz

Bullying es un término creado por Dan Olweus en 1993, quien lo define como: “Toreo, maltrato sistemático y continuado entre pares. Es la nueva forma de nombrar al acoso escolar” (London y Santos, 2012). El bullying no es un fenómeno nuevo, aunque ha adquirido modalidades diferentes y un grado de violencia mucho más sádica y destructiva. Resulta importante hacernos varias preguntas: ¿Por qué surge este fenómeno?, ¿qué cambios en la sociedad han fomentado que la violencia entre pares se torne más intensa?, ¿por qué los padres y las instituciones no han logrado contener esta situación?

El bully o agresor tiene características particulares: disfruta al ejercer dominio sobre el otro, maltrata deliberadamente, es cruel, le cuesta trabajo aceptar las reglas y, probablemente, experimentó la violencia de manera pasiva en un entorno hostil. Por ejemplo, con frecuencia vemos niños que son maltratados por el hermano mayor; a su vez, este niño lastimará al que percibe como débil en la escuela (se activan el sadismo y el masoquismo): un mismo niño lleva a cabo la actuación de los dos roles. Algo similar puede ocurrir en la relación con sus padres; un niño con comportamiento sádico en la escuela puede ser víctima de unos padres que lo maltratan.

Es importante entender, en primer lugar, de dónde surge este tipo de violencia y a qué fenómenos psíquicos obedece. Esto nos resulta difícil de comprender porque existe una idealización de la infancia. Melanie Klein pensaba que la pedagogía y la psicología nos han vendido la idea de que el niño es un ser sin conflictos. Ella afirma justamente lo opuesto: los conflictos que surgen en la mente del bebé son demasiado intensos para su aún débil “yo”. El pequeño tiene sentimientos contradictorios hacia sus figuras más cercanas. Por ejemplo, el niño ama a su madre y la necesita, pero al mismo tiempo tiene emociones de odio y celos porque ella tendrá otro bebé. Vemos cómo la infancia es una etapa de emociones intensas, en la que el niño carece todavía de los recursos que le faciliten comprenderlas y contenerlas.

Freud en Tres ensayos afirma que los seres humanos tienen impulsos sádicos desde muy pequeños y que la crueldad es natural en el modo de ser de los niños. La capacidad para compadecerse del dolor infringido a otra persona se desarrolla relativamente tarde. Por ejemplo, un bebé puede morder el pezón de su madre causándole dolor; es posible que se sienta irritado por diversas circunstancias (el pecho no lo satisface, no llega en el momento que él desea) y su impulso sádico lo lleva a atacarlo.

Existe un sadismo innato en todos los seres humanos. El impulso agresivo se encuentra siempre presente, según lo demuestra Melanie Klein en su artículo Tendencias criminales en niños normales, donde hace referencia a una parte primitiva de la personalidad: “Así como el individuo repite biológicamente el desarrollo de la humanidad, también lo hace psíquicamente. Encontramos reprimidos e inconscientes los estadios que aun observamos en pueblos primitivos: canibalismo y tendencias asesinas de la mayor variedad” (Klein, 1927). Observa en niños muy pequeños cómo se da una lucha entre esta parte primitiva y la parte aculturada de la personalidad (que permite la convivencia social). De manera que no es ninguna sorpresa encontrar niños crueles y sádicos con incapacidad para sentir culpa por el daño causado a sus semejantes.

Silvia Bleichmar refiere que en estos individuos no existe una sensación interior por el daño ejercido hacia un tercero, ya que en lugar de que el otro sea visto como un semejante, más bien es como un rival a quien es necesario dominar. Ella piensa que en la actualidad los niños son educados con este tipo de ideas y no son orientados a entablar relaciones de reciprocidad con sus pares. “El tema no es la culpa sino el amor. Si él no puede amar a nadie, no puede sentir culpa ante nada.” (Bleichmar, 2007).

Otra cuestión importante respecto a la educación es que las relaciones entre padres e hijos han ido cambiando. Actualmente existe un miedo en los padres a ejercer la asimetría, es decir, que cada uno (padres e hijos) ocupe una función determinada. La asimetría implica responsabilidad. Los adultos tienen ciertas funciones como proteger, contener, educar, etc. El niño es un ser en desarrollo que depende y necesita de sus padres para ir adquiriendo un mejor dominio del mundo. La relación entre ellos no puede ser de igual a igual, porque esto hace imposible que se instauren límites y que se aprenda del otro: “Si mi padre y yo somos iguales, no tengo nada que aprender de él”. Naturalmente esto se repite en la escuela, por eso escuchamos de casos en donde los niños agreden a los maestros.

Los padres temen actuar con autoritarismo y abandonan esta asimetría, tan  necesaria y estructurante para el niño en desarrollo. Es importante sostener que existen diferencias entre niños y adultos. Ideas como “ser amigo de los hijos”, han causado una confusión de roles donde, en realidad, los niños quedan desprotegidos con padres que se perciben débiles. Todos hemos conocido niños que parecen pequeños adultos: se expresan y comportan como si lo supieran todo y fueran mejores que sus propios padres; la función parental queda nulificada y la falta de esta facultad protectora deja a los niños indefensos y vulnerables. Silvia Bleichmar afirma: “No se puede instaurar la ley, si quien la instaura no es respetado y amado. Se acepta la ley por amor y respeto a quien la instaura” (Bleichmar, 2007).

Otro factor elemental es al avance tecnológico: la exhibición y el fácil acceso a la vida personal de los niños y adolescentes por medio de las redes sociales, hace fácil agredir a otros y quedar impune. En la actualidad, un niño puede no sólo acosar en la escuela, sino hacerlo por medio de las mencionadas redes sociales, por mensajes de texto, entre otros. De esta manera, el maltrato ejercido hacia el otro no necesariamente termina cuando suena la campana.

Referencias

  • Bleichmar, S. “Violencia social – violencia escolar”. Buenos Aires: Noveduc, 2010.
  • Freud, S. (1901-1905). “Tres ensayos de una teoría sexual”. En Obras completas, Tomo VII. Buenos Aires: Amorrortu, 1975.
  • Klein, M. (1927). “Tendencias criminales en niños normales”. En Obras Completas, tomo VII. México: Paidós, 1994.
  • London, C. y Santos B., D. (2012). Bullying. Controversias en Psicoanálisis de Niños y Adolescentes, 2012, Nº 10: 1-5. Consultado en: http://www.controversiasonline.org.ar/images/stories/Controversias/n10_esp/trabajo%20-%20BULLYING.pdf
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