Depresión: ¿baja de serotonina o pérdida de un objeto?

Por Miguel Eduardo Torres Contreras

 

“Depresión” es un término hoy en boga y que se usa con diversos significados, tantos que a veces genera mucha confusión. Algunos dichos populares como “ando en la depre”, “estoy que no me calienta ni el sol”, “anda como alma en pena”, “las penas con pan son menos”, etc., reflejan un estado de ánimo en el cual la persona expresa lo difícil que le es vivir una determinada situación y, asimismo, el poco o nulo interés en actividades o personas que en otro momento le generaban satisfacción.

Depresión, etimológicamente hablando, es una palabra que viene del latín depressio, que significa hundimiento, abatimiento. Esta palabra latina está formada, a su vez, por el prefijo de (movimiento de arriba hacia abajo) y por el verbo premere (presionar). Así, depresión sería una presión de arriba a abajo que genera un decaimiento, un hundimiento en la persona.

La depresión, más allá de una descripción popular y de la etimología, es un término que también está muy presente en el campo de la salud mental, debido a que es uno de los padecimientos cuya prevalencia ha aumentado significativamente en los últimos decenios. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el trastorno depresivo aumentó en el mundo más de 18% entre 2005 y 2015, actualmente hay más de 350 millones de personas con depresión, es la principal causa de discapacidad, es mayor en mujeres que en varones (2 a 1) y en los casos más graves puede llevar al suicidio. Por su parte, de acuerdo con el informe Salud Mental en México de 2017, 9% de la población padece depresión, la misma prevalencia aplica para la Ciudad de México.

Para la OMS, la depresión es un trastorno mental que se caracteriza por la presencia de tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración. Y es el resultado de interacciones complejas entre factores genéticos, biológicos, psicológicos y sociales, es decir, su origen es multifactorial. Sin embargo, conviene aclarar que el término depresión es muy amplio y en ocasiones ambiguo; por ello, para tener mayor claridad, en el campo de la salud mental se usa el término “trastornos depresivos”, el cual incluye diversos tipos de depresión. Así, el DSM-5 en su apartado de “Trastornos depresivos” propone siete tipos de este padecimiento. Los principales son el trastorno depresivo mayor (que incluye el episodio depresivo mayor), el trastorno depresivo persistente o distimia y el trastorno disfórico premenstrual. El rasgo común de todos ellos es la presencia de un ánimo triste, vacío o irritable, acompañado de cambios somáticos y cognitivos que afectan significativamente la capacidad funcional del sujeto.

De manera un poco más detallada, estos son los síntomas de alguien que tiene depresión: sentimientos de tristeza, desgano o sentimientos de vacío; pérdida de interés por las cosas que antes disfrutaba; problemas de apetito (comer mucho o carencia de hambre); dificultad para dormir (insomnio o exceso de sueño); lentitud en los movimientos, sentir el cuerpo pesado o sentir intranquilidad; sentir apatía, fatiga o poca energía; sentimientos de culpa, impotencia o inutilidad; dificultad para concentrarse; pensar mucho en la muerte.

Por otra parte, hoy en día debido al auge que en los tiempos recientes han tenido las neurociencias y la genética, se sabe que la serotonina (5-HT) y el sistema serotoninérgico juegan un papel central en los trastornos depresivos. Asimismo, en un metaanálisis genético publicado en enero de 2018 por la revista Nature, se encontró que hay 44 genes directamente asociados con la depresión.

Desde nuestra disciplina, el psicoanálisis, Freud fue el pionero, como en muchos otros temas, en aportar una comprensión y explicación psicológica de lo que en ese momento se denominaba melancolía. Su texto Duelo y melancolía (1917 [1915]) sigue siendo un clásico de la literatura psicoanalítica para comprender lo que hoy se llaman trastornos depresivos.

La pregunta que implícitamente está en este texto se podría formular de la siguiente manera: ¿por qué ante la pérdida de una persona amada (esposa, hijo, padre, amigo, etc.) o una situación que haga sus veces como la patria, la libertad, el trabajo, etc., la mayoría de los sujetos procesan psíquicamente dicha pérdida y otros no, se melancolizan? Por ejemplo, un hombre de 45 años, licenciado en administración, casado, con dos hijos, uno de 15 años y otra de 10 años, experimenta la pérdida de su esposa, quien fallece de cáncer. A partir de dicho evento no se ocupa de sus hijos, al poco tiempo pierde el trabajo, regresa a la casa de sus padres ancianos que viven de una pensión limitada, no trabaja y lleva así alrededor de 9 años. Tanto los abuelos paternos como los tíos se han hecho cargo de los hijos de este hombre.

En el texto citado, Freud hace una primera diferenciación relevante: una cosa es el duelo y otra la melancolía. El primero es un proceso normal en el que el sujeto realiza un “trabajo de duelo” y continúa su vida. La segunda es una psicopatología en la que el sujeto no puede procesar psíquicamente la pérdida y se melancoliza. Para Freud, el sujeto no puede tolerar la pérdida y lo que hace es introyectar el objeto perdido y así una parte de su yo queda identificado con él, lo lleva dentro de sí. La otra parte del yo, que en ese momento Freud llama yo ideal o ideal del yo (que años después será el superyó), critica, juzga a aquella que está identificada con el objeto; esto explica los autorreproches, las autodevaluaciones que el melancólico realiza consigo mismo o que provoca para que otros se las inflijan. Se ha pasado de un vínculo libidinal con el objeto a identificarse con él, a llevarlo y maltratarlo dentro de sí mismo. El resultado final es que el sujeto melancólico deja de interesarse en el mundo, en su trabajo, sus demás seres cercanos y se concentra en ese objeto que lleva dentro de su yo y al cual maltrata constantemente. Éste es el sentido de la célebre frase freudiana “la sombra del objeto cayó sobre el yo”.

A partir de este texto clásico, tanto psicoanalistas contemporáneos a Freud como K. Abraham o M. Klein, así como posteriores al fundador del psicoanálisis, han profundizado y ampliado la investigación sobre este fenómeno tan común en la vida de los seres humanos. En efecto, se ha indagado sobre la importancia y el impacto de las pérdidas y las separaciones en los diversos momentos del desarrollo psíquico, por ejemplo, la pérdida de la madre en bebés recién nacidos; en las diversas psicopatologías, por ejemplo, la afrenta que representa para un sujeto narcisista que lo despidan del trabajo; en situaciones vitales posteriores a la estructuración de la personalidad y la mente como sería un divorcio o una jubilación; las defensas o procesos psíquicos de los que echa mano el sujeto para enfrentar o rehuir la gama de emociones y pensamientos que experimenta ante una pérdida, como una paciente que ante la muerte de su madre se pone a tejer compulsivamente todo el tiempo durante el sepelio (reacción maníaca), etcétera.

Como se puede notar, no existe la depresión, sino un amplio espectro de trastornos depresivos o depresiones que implican diversos aspectos bioquímicos, genéticos, sociales y psicológicos. Y, dentro de estos últimos una gran variedad de psicopatologías, fantasías inconscientes, mecanismos de defensa, situaciones vitales, etc., que hacen de los trastornos depresivos un fenómeno multifactorial, como muchos otros en los que el psicoanálisis contemporáneo, desde una perspectiva plural y compleja, puede contribuir en su atención.

Referencias

Asociación Americana de Psiquiatría. (2014). Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), 5ª Ed. Arlington: Asociación Americana de Psiquiatría.

Bleichmar, H. B. (1980). La depresión: un estudio psicoanalítico. Buenos Aires: Nueva Visión.

Del Valle, Y., Islas, C., Sánchez-Armas, B., y Pérez-Ruiz, A. (2016). Conflictos, pérdidas y angustias depresivas en los vínculos intersubjetivos. México: Instituto Universitario Eleia.

Díaz Villa, B. A., y González González, C. (2012). Actualidades en neurobiología de la depresión. Revista Latinoamericana de Psiquiatría 11(3):106-115. Recuperado el 24 de marzo de 2019 de https://www.medigraphic.com/pdfs/psiquiatria/rp-2012/rp123i.pdf

Freud, S. (1917). Duelo y melancolía. En Obras completas, 14. Buenos Aires: Amorrortu, 2003.

Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz (2018). Ayuda para depresión. Recuperado el 25 de marzo de 2019 de https://ayudaparadepresion.org.mx/

Kernberg, O. (2007). Duelo y melancolía releído. En Controversias contemporáneas de las teorías psicoanalíticas, sus técnicas y aplicaciones. México: Manual Moderno.

Organización Mundial de la Salud. (2017). Día Mundial de la Salud 2017. Recuperado el 28 de marzo de 2019 de https://www.who.int/campaigns/world-health-day/2017/es/

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