Angustia, depresión, neurosis. Tratamientos y experiencias clínicas 1

Por Jorge Salazar

Angustia y depresión, en sus niveles más intensos y profundos, probablemente sean las manifestaciones psíquicas más conspicuas de sufrimiento mental. En sus formas moderadas, en cambio, constituyen expresiones de la vida mental normal que se presentan, por lo tanto, en todo sujeto y en cualquiera de sus circunstancias vitales. Reconocer esta diferencia en el trabajo clínico no sólo es importante para definir una estrategia de intervención singular en cada caso, sino que lleva a consideraciones teóricas que establecen distinciones conceptuales entre las diversas manifestaciones de estos y otros estados psíquicos.

El distingo fundamental que está implícito en este modo de argumentación es la diferencia entre lo normal y lo patológico en donde, según su forma de presentación, la angustia y la depresión unas veces pueden ser normales y otras no. Dicho de otro de modo, la frontera entre normalidad y patología se borra para ser sustituida por una línea de continuidad entre una y otra, siendo entonces más difícil de diferenciar entre ellas pero brindando un acercamiento más fiel al funcionamiento psíquico. Así, la angustia señal se diferencia de la angustia automática; el duelo de la melancolía y las ansiedades depresivas de la depresión propiamente dicha; en estos estados la expresión normal corresponde al primer elemento de cada binomio mientras que el segundo representa su dimensión mórbida.

El establecimiento de estas distinciones, como lo constatamos en la literatura psicoanalítica clásica, deriva de la misma experiencia clínica y ha sido necesaria para una mejor comprensión de la vida mental. A su vez, reconocemos que las diferencias en los niveles de expresión de estas manifestaciones psíquicas son resultado de la combinación de varios factores que incluyen desde la naturaleza del acontecimiento objetivo que ocasiona o desencadena el episodio de angustia o de depresión, hasta las características de la personalidad que dan cuenta de su organización y funcionamiento. Estas últimas son, de hecho, más relevantes a la hora de evaluar las condiciones anímicas y psicológicas del paciente pues informan sobre los recursos psíquicos de los cuales dispone para enfrentar las experiencias vitales.

Como bien sabemos, no existe el hecho objetivo y real que pueda ocurrir en forma aislada y disociado de la realidad psíquica. Si así sucediera sería por causa de la patología psíquica grave que escinde lo que naturalmente va unido. Por ello, afirmamos que todo acontecimiento es vivido subjetivamente y así explicamos la diversidad de reacciones de las personas ante hechos similares y, más aún, las diferencias en la misma persona en distintos momentos vitales o en circunstancias disímiles.

La valoración clínica de la subjetividad, pues, adquiere realce en la investigación psicoanalítica en donde la fantasía inconsciente es la seña distintiva de aquella. En efecto, el descubrimiento de los aspectos subjetivos de las fantasías conscientes e inconscientes en cada paciente aquejado de depresión y angustia —así como de cualquier otra forma de manifestación psicopatológica— ofrece un discernimiento más claro, no sólo sobre las características de su cuadro, sino de su personalidad en su conjunto.

La comprensión clínica de la dinámica de la subjetividad nos permite inferir sobre los modos básicos de organización y funcionamiento de la estructura de personalidad y, por lo tanto, de los recursos psíquicos con los que la persona enfrenta sus acontecimientos vitales, sean estos ordinarios o bien extraordinarios. La fantasía que acompaña al hecho vivido, que lo dramatiza y le proporciona significados, constituye una expresión directa de la subjetividad y determina a su vez los rasgos clínicos con los que se manifiesta el conflicto psíquico. La fantasía, como libreto psíquico, organiza la vida mental del sujeto, disfraza y al mismo tiempo revela sus diversas identidades así como las de sus objetos y, finalmente, conforma el núcleo de la estructura de la personalidad, ya sea que ésta se comporte de manera estable y funcional en algunos casos, o bien, precaria y lábil en otros.

Así, la intensidad, severidad y niveles de afectación para la vida que los cuadros de angustia y depresión tienen en una persona también derivan de los aspectos cualitativos de la fantasía inconsciente. En la medida que esta contenga elementos más primitivos, violentos y agresivos, no sólo será mayor la proclividad del sujeto a perder la salud, sino también a que sus enfermedades sean más graves, se compliquen con mayor frecuencia, se deterioren más y persistan crónicamente.

Esto es lo que acontece en la psicopatología en general y, por lo tanto, ocurre particularmente en los trastornos por angustia y en los depresivos, cuyas manifestaciones nos impresionan por su severidad y por sus graves consecuencias en la persona aquejada que, sobre todo en el segundo caso, nos llevan a temer inclusive por su vida. No debemos sorprendernos al encontrar detrás de estos trastornos fantasías de destrucción, de aniquilación y muerte, así como sentimientos hostiles en el vínculo con los objetos, ansiedades y culpas persecutorias.

En contraste, las formas moderadas de estas manifestaciones usualmente conllevan menos repercusiones en la vida de la persona y, superado el episodio o el momento de crisis, posibilitan un enriquecimiento de la personalidad. Son estas las que vinculamos con la estructura neurótica de personalidad y las que, bajo una experiencia psicoanalítica propicia, alcanzan logros más significativos y perdurables, no sólo por el alivio sintomático, sino por la modificación de ciertos rasgos del carácter y la transformación de los elementos constituyentes de la estructura de personalidad.

Aquí, normalmente las fantasías inconscientes incluyen aspectos reparadores y buenos en las experiencias con los objetos que logran mitigar la agresión. El proceso psicoanalítico, en estos casos, se desarrolla en un clima emocional más favorable para la maduración y el crecimiento aunque —también hay que decirlo— nunca está exento de los avatares de los conflictos humanos que entorpecen aun las iniciativas más nobles. Las formas más graves, por supuesto, no están impedidas para desembocar en una experiencia positiva para el sujeto, sólo que el reto de su superación es mayor y las consecuencias de no lograrlo pueden ser fatales. Para las primeras, por ser entidades comunes y frecuentes, que preservan un área funcional amplia en el sujeto, el tratamiento psicoanalítico constituye una alternativa recomendable por valiosa y fructífera.

 

Artículo del Diplomado Angustia, depresión, neurosis. Tratamientos y experiencias clínicas, conoce más.

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