Angustia, depresión, neurosis. Tratamientos y experiencias clínicas 2

Por Jorge Salazar

El término neurosis tiene dos acepciones en psicoanálisis. Una, metapsicológica (teoría psicoanalítica de la mente), designa un modo específico de organización de la estructura de la personalidad que difiere de los modos perverso y psicótico. La otra, taxonómica (clasificación de las enfermedades), describe una forma sindromática de padecimientos que, no obstante las diferencias entre ellos, constituyen una unidad clínica distinguible de los desórdenes no neuróticos. Ambas acepciones se relacionan estrechamente entre sí pues se considera que las diversas formas clínicas neuróticas derivan de la organización neurótica de la personalidad. Lo mismo podría decirse de los trastornos perversos y psicóticos ya que éstos tendrían un núcleo perverso o psicótico predominante en su organización psíquica.

Sin embargo, aunque el punto de vista anterior es cierto en lo general, tiene el inconveniente de que su aplicación dogmática simplifica en demasía su utilidad en la clínica, pues desconoce las formas mixtas bajo las cuales también se presentan las afecciones psíquicas que, de hecho —podríamos afirmarlo—, han sido desde siempre el modo de expresión más frecuente en la práctica. De cualquier manera, previniendo lo anterior, el psicoanalista puede beneficiarse del enfoque estructural para el mejor reconocimiento de cada caso en particular y determinar sus posibilidades terapéuticas. Más aún, su mayor utilidad reside en que le permite descubrir aquellos casos en los que la sintomatología neurótica enmascara otras afecciones más severas, precisamente como las psicosis o los trastornos limítrofes de personalidad. Como el nivel estructural tiene mayor relevancia sobre el nivel sindromático, el diagnóstico de aquel determina el curso y las vicisitudes del proceso psicoanalítico. De este modo se deslindan dos niveles de teorización y de acercamiento a la clínica con la complejidad que le es de suyo a esta.

El aspecto taxonómico es descriptivo o fenoménico (descripción de hechos observables o sintomáticos) y, por lo mismo, constituye el primer nivel al que el psicoanalista se aproxima en las entrevistas iniciales con el paciente. El nivel metapsicológico, en cambio, es inferencial o teórico y consiste en un acomodo de los datos clínicos obtenidos en las entrevistas iniciales, en la noción preestablecida de estructura de personalidad. Durante las entrevistas, el psicoanalista oscila entre ambos niveles identificando, por un lado, los diversos síntomas que configuran el cuadro clínico y, por el otro, las características de personalidad del paciente que gradualmente —otras veces, intempestivamente— se van revelando a través del vínculo y el contacto emocional. La integración de los niveles sindromático y metapsicológico dan cuenta, pues, de un diagnóstico más global del paciente en el que no sólo sus síntomas sino la personalidad en su conjunto son considerados para predecir las posibles incidencias en el proceso terapéutico y llevar a buen puerto la cura analítica.

Entonces, las neurosis son diversas formas sindromáticas conocidas que, como la histeria, las obsesiones y las fobias, expresan un conflicto psíquico originado por una psicodinámica específica que fue descubierta por Freud y esclarecida mediante conceptos metapsicológicos. Debido a ello, las neurosis constituyeron el campo clínico privilegiado para la investigación psicoanalítica desde los albores de su obra, así como para la aplicación del psicoanálisis como método psicoterapéutico. En efecto, la experiencia clínica acumulada durante décadas nos permite afirmar que el psicoanálisis continúa siendo el método más idóneo para el tratamiento de las neurosis y las caracteropatías afines a ellas.

Lo anterior es así en virtud de que, desde el punto de vista metapsicológico, la estructura neurótica de personalidad es aquella que logra un mayor grado de organización y desarrollo psíquicos. El self neurótico se encuentra más cohesionado, mejor integrado y, en su interior, sus componentes mantienen una relación comunicativa entre sí y con el mundo externo. En esta estructura predomina una economía libidinal genital o edípica que posibilita, a su vez, una relación de objeto total. De este modo, se crean vínculos intersubjetivos que tienden a ser significativos y perdurables enriqueciendo con ello los aspectos propios de la personalidad. La estructura neurótica, a la que le atribuimos los mayores logros madurativos psíquicos, expresa la complejidad de su vida emocional mediante recursos simbólicos que le permiten tolerar y elaborar las experiencias vitales aún cuando estas sean intensas y dolorosas. El acceso a la creatividad, aunque no sea privilegio único de la psique neurótica, adquiere en ella mayor refinamiento y sutileza y posibilita el despliegue más genuino de sus diversos intereses en cada uno de los acontecimientos humanos.

Por supuesto, como afirmamos arriba, la estructura neurótica de personalidad no está exenta de enfermarse o de sufrir eventuales desequilibrios en su organización y funcionamiento. Cuando ello ocurre, se manifiesta el conflicto psíquico como una lucha al interior de la persona entre tendencias afectivas opuestas o representaciones psíquicas inconciliables entre sí. La defensa primaria ante la pulsión, que se acompaña de un afecto displacentero para el sujeto, es la represión y la resultante de este conflicto es una formación de compromiso que, a la manera de un sueño, expresa un sentido oculto que no es de inmediato conocido pero es susceptible de descubrirse. Los síntomas neuróticos son entonces textos crípticos que contienen un mensaje cifrado que el sujeto, interesado en saber su verdadera significación, intenta develar mediante el arte interpretativo del psicoanálisis. Dicho de otro modo, las manifestaciones del conflicto neurótico se expresan simbólicamente a través de los síntomas tanto como de las fantasías, los sueños y otras formaciones del inconsciente.

Es aquí donde el dispositivo analítico encuentra los fenómenos clínicos a los que se aboca con mayor naturalidad y eficacia. La asociación libre y la interpretación de la transferencia son los medios apropiados para descifrar los significados ocultos, para acceder con ello a una mejor comprensión de los conflictos psicológicos del sujeto y —de manera más ambiciosa aun— propiciar un mayor crecimiento mental y enriquecimiento de su vida emocional. Lo anterior no es un logro fácil para el psicoanálisis, no obstante la descripción que acabamos de hacer sugiera lo contrario —nada le es fácil al psicoanálisis—, pero constituye quizás la perspectiva más estimulante e inspiradora de la experiencia psicoanalítica.

 

Artículo del Diplomado Angustia, depresión, neurosis. Tratamientos y experiencias clínicas, conoce más.

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