Algunas aportaciones de Donald Winnicott para la práctica del psicoanálisis

Por Daniela Bustamante Rosas

Winnicott ha sido reconocido dentro del psicoanálisis, entre otras cosas, por su manera original y particular de trabajar con los pacientes, aunque sus propuestas también han sido criticadas por considerarse ambiguas, poco sistemáticas y diferentes a lo que propone el psicoanálisis clásico. Es un autor que genera gran interés, curiosidad y algunas respuestas polémicas.

Ha habido muchos autores de diferentes escuelas que escriben sobre psicoanálisis, pero no todos trascienden. En este sentido, ¿por qué la obra de Winnicott sigue teniendo valor y vigencia en la actualidad? Este texto se propone explorar y analizar algunas de sus ideas, que nos permiten entender por qué se le considera importante y útil para los que nos dedicamos al psicoanálisis.

Partiré de la idea de que Winnicott pone especial énfasis en las características del medio ambiente. Considera que el desarrollo depende de la presencia de la madre y de los cuidados que ella proporciona al bebé. La base del trabajo clínico de este autor se fundamenta sobre tal premisa; propone que el analista debe llevar a cabo una función de sostenimiento, similar a la que realiza una madre suficientemente buena. Este buen sostenimiento se refiere a ciertas actitudes que caracterizan a una madre que se hace cargo de manera adecuada de su bebé. Una de las preguntas centrales que plantea es: ¿Cómo un funcionamiento materno adecuado puede pensarse dentro del marco del psicoanálisis, en la relación actual con el paciente?

Winnicott describe a personas que han vivido en ambientes deficitarios, donde sus necesidades emocionales básicas no quedaron cubiertas debidamente. Ahora bien, ¿cómo se llevaría a cabo el análisis de estos pacientes?, ¿cuál sería la mejor manera de atenderlos? El autor propone conducir al paciente a lo que denomina una zona de juego, esto es, permitir que surja un espacio de intercambio entre analista y paciente, donde este último se sienta capaz de desplegar toda su emocionalidad, lo cual se logra a través de la natural y desinteresada disposición del analista para escuchar, conocerlo y comprenderlo. Winnicott piensa que el análisis es, en muchos casos, la primera oportunidad que tiene una persona de comunicarse auténticamente. A continuación explico algunos de los recursos de los que se vale para desarrollar este tipo de relación de trabajo con sus pacientes:

Un aspecto fundamental es que la persona pueda expresar sus sentimientos de ira. Esto parte de la idea de que el paciente ha sufrido una gran cantidad de frustraciones que ni siquiera han podido ser registradas como experiencias. Dicho de otro modo, la persona queda expuesta a vivencias tempranas de carencia en términos emocionales ‒lo que el autor llama interrupciones en la continuidad existencial‒. Al haber ocurrido esto en momentos muy tempranos del desarrollo, el niño no es todavía capaz de sentir enojo ni odio hacia la realidad externa. Winnicott cree que, si en un momento posterior de la vida se le brinda a la persona un espacio donde pueda sentir y vivir las experiencias de manera real, en algún punto será capaz de registrar y expresar toda la ira con respecto a los objetos que fallan y han fallado (lo cual incluye la figura del analista). Esto es para él un factor curativo en la psicoterapia.

Para que lo recién descrito pueda ocurrir, el analista jugará un papel importante en “la supervivencia del objeto”. Al principio de la vida, las expresiones corporales del bebé no están cargadas de intención alguna, simplemente ocurren por una cuestión de necesidad de movimiento y la agresión es un impulso inherente al movimiento. Cuando la madre responde negativamente a estas expresiones corporales, el bebé puede sufrir alteraciones a nivel emocional, pues el niño necesita un objeto resistente que comprenda y tolere sus descargas motrices. Si la madre se asusta o se enoja frente a estas acciones, el pequeño siente que destruye a su objeto de amor y puede desarrollar un falso self patológico o sufrir un replegamiento. Si más adelante, cuando el niño es capaz de sentir enojo por aquello que lo frustra, la madre rechaza sus expresiones emocionales, entonces pierde la posibilidad de sentirse mirado y comprendido. Así, hallamos otro factor curativo cuando el analista es suficientemente fuerte como para tolerar las expresiones emocionales que su paciente logra transmitir, mostrándole que va a continuar existiendo (y atendiéndolo) a pesar de lo furioso que se pueda mostrar.

Por ejemplo, una mujer viene enojada a su sesión, reclama que tuvo que interrumpir un asunto de trabajo para poder asistir a la cita; la sesión transcurre con dificultades porque ella dice “tener que sacrificar sus asuntos de trabajo para venir”. El analista se muestra lo más comprensivo y tolerante que puede, a pesar de que la paciente le abruma con sus reproches. Durante un tiempo hablan acerca del enojo y de la confusión acerca de necesitar o no la sesión. La mujer se va un poco menos enojada pero al mismo tiempo refiere sentirse triste porque cree haber tratado mal a su analista. A la siguiente sesión acude con ganas de trabajar y de hablar; comenta sentirse bien de que el analista no se haya enojado con ella a pesar de su manera de comportarse. Esta situación demuestra lo importante que es la tolerancia del analista ante las agresiones del paciente, pero también da pie para pensar: ¿Qué tanto el analista puede y debe aguantar las actitudes agresivas del paciente? Winnicott ha recibido algunas críticas, al no hacer mayores especificaciones al respecto.

En algunas partes de su obra, el autor resalta la importancia de la neutralidad del analista. Lo contrario a la neutralidad sucede cuando, por ejemplo, el analista está muy preocupado por mostrar sus inteligentes y acertadas interpretaciones, en lugar de comprender la necesidad del paciente y tener la paciencia para que éste “se sorprenda a sí mismo”. Dice lo siguiente:

Me aterra pensar cuántos profundos cambios impedí o demoré en pacientes de cierta categoría de clasificación debido a mi necesidad personal de interpretar. Si sabemos esperar, el paciente llega a una comprensión en forma creadora y con inmenso júbilo, y ahora disfruto de ese alborozo más de lo que solía gozar con el sentimiento de haber sido penetrante (Winnicott, 1971: 118).

La clínica de Winnicott se caracteriza su respeto en cuanto a los tiempos del paciente, para que sea él quien haga sus propios descubrimientos. Podríamos pensar que este modo de proceder es más lento y pesado, pero el autor considera que es el único modo de establecer una auténtica comunicación y de que exista un aprendizaje real: la manera como el paciente “aprende a jugar solo en presencia del analista”. Para él, los pacientes de falso self se han dedicado, desde que son bebés, a adaptarse y someterse a aquello que el ambiente demanda y exige. Son personas que no han tenido la oportunidad de ser ellas mismas, de sentirse libres y espontáneas; lo peor que puede hacer el analista en ese sentido, es perpetuar tal manera de funcionar en el vínculo. Esto sería el equivalente a contribuir con la enfermedad y no con la curación.

En el Relato de mi análisis con Winnicott, Margaret Little explica con claridad esta vivencia. Ella había asistido a un análisis en el que sentía que las interpretaciones de la analista quedaban muy impuestas; la paciente no se sentía comprendida:

“El panorama general de mi análisis con la señora Sharpe es el de una lucha constante entre las dos. Ella insistía en interpretar lo que le decía en términos de un conflicto intrapsíquico relacionado con la sexualidad infantil, mientras que yo trataba de darle a entender que mis verdaderos problemas tenían que ver con mi existencia y mi identidad: no sabía que significaba ser yo misma, la sexualidad (aun siendo conocida) era totalmente irrelevante y sin sentido a menos que la existencia y la supervivencia pudiera darse por sentada y que me fuese posible establecer mi identidad” (Little, 1985: 34, 35).

Este texto es muy interesante porque retrata una comparación, narrada por la paciente, en términos de poder hacer uso del analista.

A manera de conclusión, la importancia de la obra de Winnicott radica en que se dedicó a estudiar ciertos fenómenos de la relación analista-paciente, que habían sido dados por hecho con facilidad. Todo psicoanalista busca transmitir al paciente su disposición a escuchar, comprender y explorar, tal como lo describe este autor. Es relevante pensar en la capacidad o incapacidad que tiene el paciente para usar al analista, es decir, para comprender y hacer uso de su función. Esto claramente nos lleva también a cuestionar los modos como el analista le muestra al paciente tales formas de utilizar el análisis.

Referencias

Blum, H.P. y Ross, J.M. (1993). The Clinical Relevance of the Contribution of Winnicott. J. Amer. Psychoanal. Assn., 41:219-235.
Kwawer, J.S. (1998). On Using Winnicott. Contemp. Psychoanal., 34:389-395.
Little, M. (1985). Relato de mi análisis con Winnicott. Buenos Aires, Argentina: Lugar Editorial.
Newman, K.M. (2013). A More Usable Winnicott. Psychoanal. Inq., 33:59-68.
Winnicott, D.W. (1971). Realidad y juego. Barcelona: Gedisa.

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