Acerca del lapsus y otros yerros

Conrado Zuliani

Todos conocemos anécdotas tragicómicas en las que una persona queriendo felicitar a otra en ocasión de una situación feliz “suelta” un “te compadezco” en lugar del “felicidades” esperado; o la situación embarazosa del señor que saluda a la esposa llamándola con el nombre de la ex, o el equívoco de la mujer que ante la pregunta de si aceptaba por esposo a aquel novio con quien había mantenido una larga y tormentosa relación respondió con un inesperado —incluso para ella misma— “ní”. La lista de ejemplos sería interminable y nos producen una mezcla de risa e inquietud. Intranquiliza ese decir no esperado por quien lo pronuncia porque en él se desenmascara una intención íntima y a su vez desconocida proveniente del inconsciente. Es lo que se llama lapsus, fenómeno con el que el psicoanalista está familiarizado.

El lapsus siempre produce en quien lo comete una especie de prisa por explicar lo dicho: “estoy cansado”, “es que ando distraído”, “en realidad quise decir…”; o cierta incredulidad:“¿yo dije eso?, ¡no puede ser!”. En verdad, el sujeto en cuestión quiso decir lo que dijo, pero se trata de un decir que lo sorprende, en tanto él mismo desconoce poseer en su interior semejantes ideas y deseos. Se trata de un decir que se opone o es contrario a su intencionalidad consciente. En su maravillosa obra Psicopatología de la vida cotidiana, Freud insiste en que no se trata de meras “distracciones” sino de situaciones que revelan algo de los deseos inconscientes del sujeto.

Otro tanto sucede con los actos fallidos, es decir, con aquellas acciones que realizamos más allá de nuestros propósitos conscientes; nos sorprende, ni bien cerramos la puerta de la casa, percatarnos de que hemos olvidado las llaves dentro; tomar el automóvil para ir al trabajo y conducir hacia la ruta errada, que casualmente lleva a la casa de un familiar cercano; llamar por teléfono a la persona equivocada; perder determinados objetos importantes, o perdernos imprevistamente en calles que transitamos siempre.

Algo de esto también se presenta en ciertos giros del lenguaje que utilizamos desprevenidamente. ¿No esconde acaso el utilizadísimo “bye, te cuidas” alguna secreta fantasía hostil hacia aquel de quien me despido? ¿Qué me estaré imaginando que le podría ocurrir en el camino como para pedirle que se cuide? O aquella otra muletilla que dice “me mandas mensaje cuando llegues”, mezcla de sentimientos hacia el otro de genuina preocupación y a la vez cierta hostilidad.

Dentro de los pequeños yerros cotidianos hay algunos que pueden resultar chistosos y otros vergonzosos. Más de una vez he intentado prender un cigarro con el encendedor…sin tener el cigarro en la boca; o cuántas veces hemos buscado un objeto infructuosamente para darnos cuenta, minutos después, de que el preciado objeto está en nuestra mano. Olvidamos citas, confundimos fechas de cumpleaños, aniversarios, lo que nos ha hecho ganar más de un enojo.

El inconsciente se muestra de manera fugaz, verdaderos movimientos de apertura y cierre o, dicho de otra forma, objeto evanescente sólo pesquisable por sus rastros, nunca de manera directa.

Parafraseando a Freud diremos que el sujeto no es amo en su propia casa, en tanto está él mismo habitado por deseos y fantasías que con cuentagotas se dan a ver en las formaciones del inconsciente: sueño, lapsus, chiste, acto fallido y olvidos muestran que ahí donde el sujeto se considera un ser racional y dueño de sus actos es, en realidad, pulsado desde ciertas motivaciones, las más íntimas y que, a la vez, desconoce.

Bibliografía

Freud, S. (2004). “Psicopatología de la vida cotidiana”. En Obras Completas, Tomo VI. Amorrortu: Buenos Aires.

Freud, S. (2004). “Conferencias de introducción al psicoanálisis (Parte III)”. En Obras Completas, Tomo XVI. Amorrortu: Buenos Aires.

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